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Queriendo o no, la prensa ha encarnado el papel que dejó la hasta ahora ausente oposición. Han sido las reporteras y los reporteros quienes asemejan el mayor (y necesario) contrapeso que el gobierno actual pueda tener. La posición crítica de los periodistas incomoda al gobierno y detona una serie de maniobras evasivas que muchas veces rayan en una censura abierta y descarada. Hoy es más difícil la tarea de los comunicadores, porque ante las múltiples preguntas el único que responde es el silencio.

Vienen cambios inminentes en la oficina de comunicación de Presidencia, la salida de Jesús Ramírez se cocina desde adentro. A nadie sorprende que el vocero cada día esté más alejado de su jefe, situación que contrasta con la época en que el Peje andaba en campaña junto a César Yáñez.

Los escándalos en nada abonan, pues aunque es sabido que los medios nunca fueron santo de su devoción, ahora, con una revisión más escrupulosa desde las redacciones, nadie se salva de que el presidente López Obrador los eche al saco de la prensa fifí.

Primero eran unos cuantos aquellos acusados de obedecer órdenes de la mafia del poder o grupos antagónicos a la auto denominada cuarta transformación. Poco a poco se engrosaron las filas de la prensa fifí, pues ahora ya no hay medio de comunicación que se salve de la lluvia de calificativos y reclamos en las mañaneras.

Los reporteros están bajo acecho y en una lucha frontal con el poder. Ha trascendido que en estos días comienza una nueva afrenta contra la libertad de expresión, pues se empezarán a quitar las acreditaciones personales a reporteros incómodos que acuden a las conferencias en Palacio Nacional.

Es el corolario de una mala estrategia de comunicación institucional que no tiene plan B porque siempre ha sido escenario para un solo hombre y nada más.

Es un tremendo golpe a la credibilidad y discurso de unidad que tanto se escucha en el estrado cuando el Ejecutivo toma la palabra.

Los medios de comunicación no son el enemigo y atacarlos es atacar los cimientos de una sociedad democrática y participativa que defiende la libertad.

Queremos que la autoridad responda y haga realidad tantas promesas de transparencia, gobierno abierto y cercanía con la sociedad.

Señalar y censurar a los medios con ofensas infundadas desde el poder atenta contra los derechos sociales de libre acceso a la información y la libertad de expresión.

Denota tintes autoritarios que son muy distintos a los valores morales promovidos como catecismo por el gobierno.
Como sociedad debemos defender la labor de las mujeres y los hombres que trabajan en los medios de comunicación, y apoyar a los comunicadores nacionales y locales.

Porque son necesarios, porque su trabajo es fundamental en una democracia, porque no queremos un México que ponga mordazas a la prensa. #ConLosReporterosNo.

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