López-Gatell: crónica de una desilusión anunciada
El poder de la pluma
El globo de ego en el que se había convertido el vocero de salud Hugo López-Gatell empieza a desinflarse. Era de esperarse y el día ha llegado: crónica de una desilusión anunciada.
Las acostumbradas sonrisas burlonas del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud ahora dejan su lugar a gestos de molestia ante los cuestionamientos de la prensa sobre el porqué los números del epidemiólogo nomás no cuadran.
Por más que el gobierno estire o achique las cifras de la epidemia de Covid-19, los datos hablan por sí solos. Se podrán administrar los contagios, pruebas y disponibilidad de camas, pero no las defunciones.
El tema ya hizo cisma en el interior del gabinete, en donde algunos funcionarios hacen eco de los reclamos que durante semanas venían haciendo los gobernadores.
Y así va avanzando la nueva normalidad, en un país con alerta roja no sólo por el acmé de contagios, también por una economía prendida con alfileres y que ha arrebatado el empleo a más de un millón de mexicanos.
¡Qué razón tiene el presidente cuando afirma que, en junio, México está tocando fondo! Y ahí abajo los números rojos de los errores gubernamentales se acompañan con una creciente desconfianza en la actual administración.
La incidencia delictiva que se registra tras la fallida estrategia de abrazos y no balazos hace más difícil que la población acepte los malos chistes de la mañanera sobre que ya estamos al final del túnel.
López-Gatell sólo fue un mal actor en una mala telenovela. Durante sus meses de fama se olvidó que en política la forma es fondo. Tal vez en adelante sus curvas estadísticas le sirvan para sopesar que después de haber sido el bufón favorito en la corte del rey ahora tendrá que pagar por los pecados de un ego en fase 3.