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Estamos en la antesala de lo que seguramente será un antes y un después en la administración de López Obrador. Lo que diga o calle Emilio Lozoya, director de Pemex con Peña Nieto y extraditado esta semana a México, será una bomba teledirigida con intenciones políticas a gran escala.

Pasados dos años del actual gobierno, los números de aprobación del tabasqueño han resentido los estragos económicos del Covid-19 y los tropiezos en varios episodios variopintos, como la visita del presidente mexicano a Washington, con el posterior uso mediático que de ésta hizo el equipo de campaña de Donald Trump.

La de Lozoya será la revelación de la década, pues pondrá de cabeza no sólo los corrillos del Partido Revolucionario Institucional y de los muchos beneficiarios directos e indirectos que recibieron prebendas, que ahora se supone quedaron grabadas en horas y horas de videoescándalos.

A menos de mes y medio de que se inicie el proceso electoral, Emilio Lozoya trae bajo el brazo, según ha trascendido, las pruebas de corrupción que aderezaron las reformas de Peña Nieto y su sexenio, periodo del que hasta ahora comienza a hablarse en las mañaneras de Palacio.

Las alusiones personales dedicadas a la mafia del poder y a los conservadores esquivaron casualmente, durante muchos meses, a la administración federal que encabezó el mexiquense. Son poco recordadas las escasas referencias que ha hecho Andrés Manuel a su antecesor, por eso aquello de que los malquerientes hablaran de un pacto de impunidad.

Pero, más allá de lo que Lozoya pudiera aportar en sus declaraciones, están sus silencios, los cuales, por cierto, ya no le pertenecen. Al haber aceptado una negociación con el gobierno mexicano para buscar librarse de la justicia, sus declaraciones tendrán ese toque de duda que pondrá bajo la lupa solo a los adversarios necesarios.

No son pocos los que ya pusieron sus barbas a remojar y a deslindarse de haber recibido dinero a cambio de aprobar tal o cual ley. El simple rumor de la existencia de videos incriminatorios diseminó el terror en la clase política, entre la cual hay varios conversos hoy a Morena.

¿Hasta dónde llegará la maraña LozoyaOdebrecht? ¿Alcanzarán las culpas a Peña Nieto y su círculo cercano, o serán los silencios de Lozoya los que mantengan a raya a los priistas y los conviertan en un apoyo inesperado para 2021? Al tiempo.

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