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Nadie pensó en ver a PAN, PRI y PRD en una alianza electoral, pues los caminos de esos partidos han sido tan diversos como contradictorios. Entonces, ¿qué pasa hoy en México para que esta unión contra natura se vuelva realidad? Tal vez la respuesta esté en el escenario de emergencia y miedo provocado por el fantasma del populismo, el autoritarismo y la demagogia.

También esta inusual coalición puede ser la respuesta de la clase política al retroceso democrático que descarrila una lucha histórica que tanto costó a los mexicanos y a que, a dos años de la administración actual, resultan exponenciales las deficiencias en la operación gubernamental.

Quien pretenda combatir al régimen con más de lo mismo tiene su destino escrito en el fracaso. Si los partidos que buscan conformar la oposición no llevan a cabo un verdadero proceso de autocrítica y renovación, la palabrería será un clavo más en su ataúd. Si no entienden que deben cambiar, entonces parece que no han entendido nada.

La oposición debe ir más allá de las elecciones de 2021, con miras a concretar una verdadera escuela de ciudadanía que responda a las necesidades del país. ¿Qué tipo de partidos políticos quieren los mexicanos?, ¿acaso se lo han preguntado el PAN, PRI, PRD e incluso MC?, ¿o se han dedicado nada más a promover con oídos sordos sus autoalabados cánones del deber ser?

El país requiere de contrapesos que pongan freno a la aplanadora oficial, compuesta no sólo por Morena sino por la chiquillada acomodaticia y rastrera que buscará disfrazar de pluralidad las votaciones que se instruyen desde el poder.

Primero, los partidos de oposición deberán transmitir con éxito la urgencia de movilizar las conciencias; el objetivo: la defensa de la democracia, la libertad, la justicia y el estado de Derecho. Una buena muestra de ello será la apertura que hagan para sumar ciudadanos de buena voluntad, para elegir de entre ellos a los mejores candidatos y candidatas; y de paso, olvidarse de los impresentables y permitir el ejercicio de los derechos políticos sin trabas, mañas ni coacción.

Los partidos que se aferran a las viejas prácticas no le sirven a México, no son la respuesta y nunca lo serán. Las camarillas que se encaraman en los presupuestos, los moches y la repartición de puestos deberán ser reemplazadas por gente que aporte, construya y permita impactar de forma positiva a la patria. Si eso no sucede, la oposición no pasará de ser un breve espejismo en el desierto.

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