Gatopardismo mexicano
El poder de la pluma
Recuerda usted que aquello de la división de poderes se repetía hasta el cansancio en la escuela: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Con un halo de equilibrio, imparcialidad y eterno balance, bueno, eso parecía. Hoy, en el temprano 2021, la línea divisoria es un aspecto cada vez menos visible, fantasmal, podríamos decir sin lugar a duda.
El presidencialismo está de vuelta, montado en los hombros de un movimiento hecho y dispuesto para tales fines.
Morena es el monstruo del Dr. Frankenstein, que vive y camina, aunque no con pocos desperfectos; tiene encima pedazos multicolores, entrañas y remiendos de los de allá, polvos mágicos de las catacumbas y muchos colados, que entraron por la puerta grande para seguir haciendo más de lo mismo.
La imagen del caudillo hoy está de nuevo en la prensa “de la época”. Su efigie es marca de agua en todas la decisiones, no sólo en lo que puntualmente compete a su encargo. La intromisión se vuelve patente todos los días; el poder del nuevo Rey Midas, del autonombrado semidiós de las masas, del pueblo. Un hombre enamorado, sobre todo, del sonido de su propia voz.
Ya no hablemos de contrapesos, ¿qué son esos? Ni mencionemos siquiera los diques que la propia ideología debiera imponer. El gatopardismo acompaña actualmente al sistema político como traje de bodas, dando rienda suelta al chapulineo y las sorprendentes maromas.
El poder por el poder está de moda, anulando a la congruencia y la responsabilidad. No son pocos los camaleones alineados al régimen, basta con hojear cualquier periódico para conocer los anuncios de candidatos que renuncian a sus anteriores partidos para sumarse a Morena.
¿Quién lo hubiera dicho? Los mismos políticos que hace algunos años se rasgaban las vestiduras por la defensa doctrinaria dentro del PRI, PAN e, incluso, el PRD, hoy resetean su moral y, al grito de “primero los pobres… y yo soy un pobre político”, pelean por el hueso que les avientan desde lo alto.
Eso fue lo que resultó ser el nuevo partido, una amalgama formada a partir del pragmatismo vil de las estructuras políticas más rancias. ¿La esperanza de México? Será la esperanza para algunos cuantos, aquellos que con intuición de piratas lograron ver el botín de la supervivencia en el partido del presidente.
Pues como diría don Gonzalo N. Santos: “La Moral es un árbol que da Moras”.