Morena y su armadura de hojalata
Miguel Ángel Sosa: Morena y su armadura de hojalata
El pasado 6 de junio la reconfiguración política hizo su arribo por la puerta grande. No hubo sorpresas pero sí sorprendidos, sobre todo para los gurús del gobierno y del partido en el poder.
¿Por qué si se sentían invencibles, ahora lloran las victorias pírricas?, ¿qué pasó con el “pueblo bueno” que decidió darle la espalda en muchas partes del país al partido guinda y sus aliados? Ya lo hemos dicho en este mismo espacio, quien crea que la popularidad de AMLO se contagia por ósmosis está muy equivocado.
El paraguas de fieles seguidores lo tiene solo el Presidente de México, no Morena ni los personajes del gabinete. No hay que olvidar que el ejercicio del poder desgasta, y vaya que con este gobierno hay motivos suficientes para que los números de apoyo social vayan en picada.
La elección intermedia que le tocó vivir a López Obrador no es muy distinta de las que experimentaron, en su momento, los últimos ex presidentes. Todos ellos fueron testigos de la fuga de curules hacia otras trincheras, también de las fracturas al interior de sus partidos y de la rebelión de los suspirantes por adelantarse al momento de decisión.
AMLO, en cambio, sí difiere de aquellos otros políticos en la forma en la que irrumpió ilegalmente para hacer sentir la fuerza del Estado en las urnas. Aún así, la derrota fue considerable, perdió la mitad del bastión que representaba para la izquierda, nada más y nada menos, que la Ciudad de México.
En los estados donde se renovaron gubernaturas Morena cosechó los errores de gobiernos anteriores que las creían seguras nomás porque sí. Ahí ganó el dinero público en forma de becas y programas de apoyo directo, una cascada de miles de millones que pavimentó la entrada de los candidatos presidenciales.
El titán de hierro ahora luce con la armadura abollada, sangra a causa de la falta de humildad y lleva en el costado una daga de falso triunfalismo que le molesta al caminar. En la nueva Legislatura faltarán levantamanos y habrá voces críticas que no serán música para los oídos de Palacio Nacional.
La gran lección del pasado proceso electoral es que se equivocan, y mucho, quienes piensan que poseen el poder de conducir las decisiones de la gente. Quien aún crea que puede manipular a los ciudadanos tendrá que ponerse a practicar el ridículo y patético discurso del fraude imaginario que le convida su ineptitud.
Para México se vienen tiempos nuevos que avizoran un debate más abierto y con contrapesos más visibles. No es el escenario ideal para la oposición, pero tampoco lo es para el gobierno, y eso abre la puerta para que, si quieren avanzar en las distintas agendas, se tengan que sentar a negociar y ponerse de acuerdo.
Si saliste a votar, felicidades, si no lo hiciste, ya vendrán otras oportunidades. Lo importante es darse cuenta que con pequeñas acciones podemos cambiar el destino de nuestra ciudad, estado y país. A México le haces falta tú para construir comunidad y reconciliarnos como hermanos. No permitamos que aquellos que nos quieren dividir lo logren.