Implosión morenista
Miguel Ángel Sosa: Implosión morenista
No cabe duda que el ejercicio de gobernar desgasta y si no pregúntenle al inquilino de Palacio Nacional. En pocas palabras, si se compara al mandatario que fue al inicio de sexenio con el Presidente que es ahora, posterior al tercer año en funciones, vemos que la aurora de superpoderes se le ha ido mermando.
Es conocido que el momento en que un Presidente amaza la mayor cantidad de poder es paradójicamente el primer día de su mandato, eso sin contar las ínfulas que con que suelen conducirse aquellos a quienes el dedazo apadrina desde antes de tomar posesión. Después de sentarse en la silla, el Ejecutivo va viendo cómo de a poco se escurren entre sus manos la fuerza y el poderío que creyó infinitos.
En esos temas no hay que inventar nada, todo está en los libros de historia; el que no quiera verlo de todas maneras sentirá los descalabros del ego. Pasadas las elecciones intermedias hace su aparición el fantasma de los reacomodos. El oportunismo le gana la partida a la lealtad y a los intereses de grupo, también se abre el campo para dar paso a las guerras intestinas.
Comienzan a salir nombres de mujeres y hombres que suspiran al imaginar la oportunidad de ocupar el lugar del Tlatoani. Entra en el juego el famoso timing: ¿salir ahora o esperar un poco más?, es la principal duda en las oficinas de los funcionarios con mayor visibilidad y reconocimiento.
Al mismo tiempo, los suspirantes deben estar atentos a las señales, claras o vedadas, que manda el todavía Presidente de la República. Es un gigante que muestra a flor de piel las huellas de las batallas, está herido pero no acabado; pensar lo contrario puede ser un grave error para quienes de forma ilusa osen retarlo.
Hacia adelante vienen los desmarques, la apuesta por nuevas rutas en donde los políticos del régimen buscarán tener mejores oportunidades de avanzar sobre el tablero. Es tiempo de traiciones ampliamente anunciadas, así que no debe sorprenderle el gatopardismo.
Es difícil pensar en la candidatura oficial del 24 sin recordar el presidencialismo y las viejas mañas de un sistema político arcaico que al parecer se resiste a morir. El dedazo será el ariete que termine por romper la endeble estructura de Morena, un partido que se sustenta únicamente en la figura de López Obrador. ¿Aquel que lo creó será también el encargado de destruirlo? Al tiempo.