De la danza ritual a la vaquería (I)
Miguel Güémez Pineda: De la danza ritual a la vaquería (I)
Los bailes y danzas entre los antiguos mayas eran parte de actos públicos y solemnes en donde figuraban también la música y los cantos. Se ejecutaban con movimientos corporales repetitivos y simbólicos acompañados de ritmos acompasados producidos por instrumentos de percusión; aunque también se hacían bailes por festejo o diversión en que la gente del pueblo se regocijaba y alegraba, tal como ocurre en nuestros días.
De la Relación de las cosas de Yucatán (1566) del fraile franciscano Diego de Landa que data del momento de la irrupción española se pueden colegir al menos cuatro tipos de festividades, en los que se ejecutaban actos dancísticos: 1) en fiestas solemnes y/o de guerra en los que participaban activamente los hombres y en menor medida las mujeres; 2) en las celebraciones de año nuevo; 3) en los juegos en los que también danzaban los hombres; y 4) en las fiestas o celebraciones populares en las que participaban tanto hombres como mujeres comunes del pueblo. En su Relación, Landa no refiere danzas exclusivamente femeninas.
Un elemento común, al menos en las fiestas solemnes, fue la pintura y escarificaciones en la cara y el cuerpo. Los colores como el azul, el rojo o el negro tenían un gran significado simbólico en el acto dancístico y el acto de guerra. Otro elemento observado en las descripciones es el uso del incienso o copal para sahumar.
En el juego kolomche’ o baile de cañas solamente participaban exclusivamente varones. Para jugarlo se formaba una gran rueda de bailadores (ah okotoob) que danzaban al son de la música producida con silbatos hechos con cañas de huesos de venado, carapachos de tortuga, caracoles grandes y flautas de cañas. Por su compás, se salían dos de la rueda, uno que danzaba erguido llevando un manojo de bohordos o lanzas; el otro bailaba en cuclillas, ambos al compás de la rueda. El de bohordos los lanzaba con gran fuerza y destreza al otro quien los retenía con un palo pequeño. Acabando de tirar, regresaban a la rueda y salían otros dos a hacer lo mismo.
Había un baile que se realizaba con ochocientos o más danzantes con pequeñas banderas que bailaban con un son y paso largo de guerra entre los cuales existía un correcto manejo del tiempo, pues ninguno se salía del compás. Este baile era muy pesado, pues no cesaban de bailar el día entero y ahí les llevaban de comer y beber.
Otros bailes ejecutados con mucha solemnidad, según Landa, eran aquellos en los que realizaban sacrificios humanos con esclavos cautivos de guerra y que algunas veces arrojaban en el pozo o cenote creyendo que saldrían al tercer día; o también los bailes de guerra que llamaban ba’atelok’ot oholcan-ok’ot.
Algunos bailes o danzas eran considerados por cronistas y religiosos de la época como actos vedados y deshonestos especialmente en los que bebían y se emborrachaban; por ejemplo, el pochob (mitote de indios con sus tunkules y cantos); el p’olomk’ay (especie de canto y baile del mercader), el tan-k’inam o el ts’ulamok’ot, entre otros como el nawal se consideraban (u) k’ebanak’ab, es decir pecados que se hacían de noche como bailes, bebidas y convites.
Durante las ceremonias y sacrificios de año nuevo se llevaban a cabo servicios y fiestas, en los que se incluía una serie de danzas y bailes devotos (continuará).