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El hipil (del náhuatl huipilli, camisa o huipil) fue una prenda de gran relevancia en el área mesoamericana, y más concretamente en el área maya.

Se elaboraba con telas de algodón de telar de cintura, y era una labor femenina. El telar, al menos en la península yucateca, desapareció, no así en las tierras bajas de Guatemala y Chiapas, donde aún se utilizan.

Hasta la década de los sesenta del siglo XX, los mayas yucatecos acostumbraban vestir con hipil a los recién nacidos (niñas y niños) de los distintos estratos sociales (mayas y mestizos).

Los varones lo usaban para estar en casa, aunque solo por unos años, luego lo cambiaban por pantalones y camisa; las niñas podían seguirlo usando hasta la etapa adulta.

También se usaba en ritos de iniciación como el hedzmek (jetsmek’) o el bautismo católico, aunque el hipil era más elaborado.

El hipilito era invariablemente de tela blanca de algodón y de una estructura sencilla, sin pliegues, ni mangas; unido o costurado por los costados de un lienzo rectangular, del mismo ancho desde arriba hasta abajo, dejando aberturas para la cabeza y los brazos. Existían variantes regionales, aunque el principio era el mismo.

La diferencia entre el hipil de varón y el de mujercita radicaba en el tipo y color de los bordados. El de niña se hacía de acuerdo con la edad y con coloridos bordados (flores diversas, rosas, hojas, pájaros, etc.), hecho en punto de cruz (xookbil-chuuy), bordado a mano (chuuy k’ab) o a máquina, a veces con encajes en la parte inferior que le daban un toque muy femenino; el hipil de niño llevaba menos ornamentos y se hacía con bordados de grecas de colores oscuros, más serios, en el cuello y eventualmente en el borde inferior de la prenda.

Cabe señalar que el hipil de varón no llevaba moños de cinta (lacitos) ensartados en ojillos en los hombros, como el de las niñas. Además, éstas regularmente llevaban aretes.

Es así como se construían y establecían las diferencias genéricas en la vestimenta, pero también de condición social.

Según el seguimiento de las fotografías de principios de siglo XX, en Yucatán, el hipil lo usaba el niño maya hasta que ya podía caminar, luego se le vestía con una camisa y pantalones largos blancos, sombrero y alpargatas.

Sin embargo, a mediados del siglo XX el varón, dada su incursión al ámbito laboral urbano, comenzó a adoptar ropa de tipo occidental, principalmente con colores vivos.

El hipil, de prosapia indígena, se vio fuertemente influenciado por la tradición occidental desde fines del siglo XIX y principios del XX (apariencias, tipos de telas, texturas, bordados), las fotografías de esa época así lo demuestran.

Con el inicio de la era moderna y el desarrollo de los medios masivos de comunicación a mediados del XX, el hipil de varón cayó en desuso; comenzó a verse, a codificarse como símbolo mujeril, signo de falta de hombría y como un atuendo femenino por excelencia.

El de niña se siguió manteniendo en ámbitos rurales, aunque en la actualidad ya no tanto.
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