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Muy gratificante fue para mí atestiguar la lucha de muchos jóvenes para triunfar en la décima edición de nuestro concurso de oratoria Tu voz por los derechos humanos.

La justa se realizó los pasados días 12 y 13, en el Teatro Felipe Carrillo Puerto de la Universidad Autónoma de Yucatán, entidad que contribuyó a la realización del certamen. Mi sincero agradecimiento.

En esta ocasión estuvo presente otro universitario: Norberto Ronquillo, de 22 años de edad, secuestrado y asesinado pese a que sus raptores cobraron el rescate exigido a cambio de la vida del joven que estaba a punto de recibir su título de licenciado en Mercadotecnia Internacional de la Universidad del Pedregal. De esto mucho se ha hablado y escrito. Pero el dolor causado jamás quedará en el olvido.

En el concurso de oratoria las y los jóvenes se enfrascaban en lo que para cada uno de ellos son los derechos humanos y lo que representan para una vida alejada de los conflictos y cercana a la productividad y los valores.

Y ahí estaba la sombra de Norberto Ronquillo: el joven victimado luchaba por los mismos objetivos, los mismos valores y de buenas a primeras se topó brutalmente con la protervia o la perversidad, obstinación en la maldad, que brutalmente le arrancó ilusiones y esperanzas y sumió en la incertidumbre y el dolor a quienes lo amaron. Ese dolor permeó a todo México. Polarizó a nuestra sociedad entera.

En este punto pienso que, como nuestros aguerridos y aguerridas participantes en la palestra de la oratoria argüían, no debemos claudicar jamás de nuestros valores. No confundamos la búsqueda de justicia con el insano deseo de la venganza.

Trabajemos autoridades y sociedad civil en conjunto para lograr un horizonte más prometedor para todos los estratos de nuestra sociedad, en donde el respeto a las personas vaya unido de la mano amiga con la justicia, el conocimiento de las leyes y su observancia.

Trabajemos unidos para evitar que miles de niños tengan que ganarse el sustento diario junto con sus familias en las calles, lejos de las aulas que es donde deberían estar.

Son miles, quizá millones de casos de jóvenes víctimas de la moderna esclavitud del siglo XXI: la trata de personas. Y otros delitos.

Ante la creciente ola de violencia, retornemos a valores como el respeto, la honestidad, la empatía y la solidaridad, entre tantos otros que distinguen a un ser humano de bien.

Todas y todos seamos tolerantes con aquellos a quienes no entendemos, tratemos de comprenderlos con la prosapia que deja la nobleza del alma, por encima de títulos nobiliarios. Merezcamos el calificativo de seres humanos.

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