Dos efemérides que nos mueven a la reflexión se conmemoran este 30 de julio: Día Mundial de la Amistad y Día Mundial contra la Trata, de acuerdo al calendario que maneja la Organización de las Naciones Unidas.

Paradójicamente, con el avance tecnológico de nuestros tiempos y la modernidad en la que vivimos, luego de que a la humanidad le ha costado vidas y trabajo la abolición de la esclavitud, ahora tenemos en la trata de personas lo que se ha dado en llamar la moderna esclavitud, que no mide edades ni condición para hacer sus víctimas a personas que no merecen el trato indigno de esclavos, lo que atenta contra la dignidad del ser humano.

Las víctimas de trata son engañadas para caer en las redes de la delincuencia organizada que dedica a sus víctimas al trabajo forzado, la mendicidad y matrimonios obligados. Sin contemplación venden a niñas y niños para formar parte de fuerzas armadas o simplemente para extraerles y comercializar sus órganos.

Anualmente son miles las víctimas de trata en manos de la delincuencia organizada. De esas cifras la ONU estima que el 49 por ciento son mujeres y que el 23 por ciento de los seres humanos que sufren esta condición son niñas. El 59 por ciento son dedicadas a la explotación sexual; al trabajo forzado, el 34 por ciento.

El Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata, de la ONU, señala en su Artículo 3 que la trata es la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas mediante la amenaza o el uso de la fuerza u otras formas de coacción, el rapto, el fraude, el engaño, el abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.

Si caemos en estos supuestos nos estamos haciendo cómplices del delito de trata.

No obstante, la otra efeméride que se conmemora es la de la amistad y nos da la oportunidad de reflexionar para unir fuerzas en contra de todo aquello que afecte a la humanidad, sobre todo, en la observancia y el respeto hacia nuestras prerrogativas fundamentales.

La amistad nos da la oportunidad de ser solidarios con las demás personas que están en nuestro entorno y fortalecer nuestra confianza en el ser humano que debe comportarse fraternalmente con los demás y recibir el trato recíproco.

Es triste tener un hermano que no sea nuestro amigo, pero que hermoso es tener un amigo a quien amamos como un verdadero hermano.

Cultivemos la amistad y hagamos que trascienda hasta los pueblos para que se comporten como amigos, más allá de fronteras y credos, eliminando de nuestro mundo delitos como la trata.