Construyamos un edén sobre las cenizas de la maldad
El Poder de la pluma
La humanidad, como cada persona humana, tiene en su bagaje cultural lo bueno y lo malo que le ha tocado vivir.
Quienes han existido de acuerdo con los valores que distinguen a gente de bien, constructores de normas y actitudes positivas, seguramente habrán tenido, llamémosle así, su justo premio o recompensa en ese actuar positivo.
Consideremos que los seres humanos que viven con los antivalores, el negativismo, pierden la oportunidad de una vida completamente feliz y consecuentemente el disfrute pleno de quienes forman su primer círculo de relaciones en la sociedad: familia, amigos…
Todo esto lo menciono porque en la humanidad hay un parteaguas de horror, como se ha considerado, no sin razón, a la Segunda Guerra Mundial, cuyo recuerdo no debe quedar fuera de nuestra memoria.
La Organización de las Naciones Unidas, en Asamblea General, con su resolución 60/7, designó el 27 de enero como el Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Denominado así ante el genocidio perpetrado contra el pueblo judío. Un tercio de ese pueblo fue brutalmente masacrado.
Me permito reproducir en este espacio las palabras pronunciadas por Antonio Manuel de Oliveira Guterres, secretario general de la ONU, al conmemorarse el año pasado esa lamentable mancha sobre la humanidad: Sería un peligroso error pensar que el Holocausto fue un simple producto de la locura de un grupo de criminales nazis.
Más bien todo lo contrario, el Holocausto fue la culminación de milenios de odio, culpabilización y discriminación de los judíos, lo que ahora llamamos antisemitismo.
En estas palabras podemos encontrar una actitud similar en milenios, quizá no de odio, pero sí de violencia, discriminación y actitudes negativas que han hecho que, según Thomas Hobbes, el hombre sea “el lobo del hombre”, frase atribuida originalmente a Plauto, comediógrafo latino, en su obra Asinaria: Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.
Toda guerra es una afrenta para la humanidad, por más pequeña que pueda parecernos, sobre todo cuando vemos los horrores perpetrados contra la población civil, los refugiados que tienen que salir de sus sitios de origen dejando todo para ir a un país extraño a tratar de iniciar una nueva vida.
Luchemos para que las diferencias que como seres humanos podamos tener se resuelvan con el imperio de la ley, la aplicación de la justicia, la razón y no la sinrazón.
Que la protervia esté fuera de nuestro diario devenir.
Seamos seres humanos dignos y no lobos que intentamos engullirnos a nuestros hermanos y hermanas.