Qué necesidad

Me parece hipócrita y ocioso que el gobierno espíe a periodistas.

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No cabe duda de que los avances tecnológicos en materia de comunicación han dado lugar a una era en la que los ciudadanos estamos cada vez más saturados de información y, dado que su mayor parte resulta del todo irrelevante, no es poco el esfuerzo que debemos aplicar para desbrozarla y separar lo útil de lo ocioso y lo verdadero de lo fantasioso y de lo falso.

En un extremo se ubican las redes sociales, en las que cada uno de los internautas tiene la posibilidad de fabricar a su gusto y medida todo tipo de información, desde la del tipo espiritual y motivacional, la medicinal o curativa hasta la política, sin otro criterio que el gusto personal, donde la verdad suele brillar por su ausencia.

Los medios formales de comunicación, en la dura pelea por la subsistencia, por ganar la nota o por satisfacer intereses de sus patrocinadores, caen en los excesos de publicar informaciones falsas que resultan rápidamente desmentidas en los hechos, o son más propensos a manufacturar informaciones que constituyen una vacua repetición de obviedades, que pueden merecer el privilegio de ser reproducidas en primer plano.

Es así que una publicación de un diario norteamericano, difundida magnánimamente por la prensa y la televisión locales, ha llenado de indignación a conocidos comunicadores que sospechan que han sido víctimas del espionaje por el gobierno. Resulta que una sofisticada aplicación israelita ha sido filantrópicamente proporcionada a los gobiernos del mundo, a cambio de una “pequeña” retribución, para espiar a través de los móviles; sin embargo, esa empresa ha condicionado a sus clientes a que sólo la usen para espiar a los sospechosos de terrorismo.

Como los que surten de tecnología a la Mossad le vendieron ese producto al gobierno mexicano, y como se puede dudar de la ética de ese gobierno, se concluye que resulta altamente probable que lo haya utilizado para espiar tanto a los periodistas como los activistas mexicanos. Lo peor del caso es que, dada la sofisticación del malware, su utilización no puede ser detectada y mucho menos probada. Para mantener intacta su reputación y que no quede duda de su importancia, los comunicadores han emprendido una competencia para afirmar que, ellos sí, han sido espiados, como Loret de Mola y Carmen Aristegui.

Este asunto me parece tan hipócrita como ocioso; ocioso si los espió el gobierno, pues basta ver el contenido y la orientación de sus noticieros para saber exactamente cuál es la “verdad” que profesan, e hipócrita, pues basta constatar las veces que han filtrado información obtenida ilegalmente y acceder a sus publicaciones electrónicas para constatar que la verdad no tiene nada que ver con su profesionalismo.

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