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La pandemia de coronavirus nos pone en un momento vital para que la humanidad actúe como ser pensante, y ver atrás y replantearnos ¿qué he hecho yo por los demás, qué puedo y quiero hacer? y luego pensar qué puedo hacer por mí mismo. Si los días que hemos pasado en casa haciendo cosas que dejamos de hacer por “falta de tiempo” no nos han dado la oportunidad de reflexionar sobre la situación que vivimos no solo en Yucatán y en México sino en todo el mundo, algo está fallando en nuestra capacidad de pensar.

Hoy el aislamiento y la confinación a que nos ha obligado el coronavirus no afectan por igual a todos. Esta situación nos llegó en un momento donde el materialismo rige a las sociedades y no necesariamente sus bondades. El ya famoso Covid-19 ha puesto en condiciones particularmente vulnerables a grandes conglomerados sociales, como nunca en la historia moderna, pues el coronavirus llega en un momento en que nos es más difícil atender de manera justa, igualitaria e incluyente lo que es una prioridad. Esta pandemia la viven todos de manera diferente, pues marca de manera detallada cómo la estamos afrontando desde nuestro rol social.

La gente con ahorros, con la seguridad de un empleo, se puede recluir en su casa. Pero pedir a todo el mundo que se quede por seguridad es imposible, porque quienes trabajan con empleo básico o los que son migrantes o están en la informalidad no van a poder hacerlo de la misma manera, y esto tenemos que aceptarlo como es, una consecuencia del modo en que hemos venido funcionando en nuestra sociedad capitalista con notable diferencia de clases. Esta pandemia se puede decir que nos agarró con los pantalones a media pierna, no nos permite caminar bien y mucho menos correr, ¿así cómo podremos avanzar?

Es momento de dejar atrás el “yoismo”, dejar de ser indiferentes ante los demás. Existe un destino común y como tal debemos preocuparnos por los demás, hoy nos piden cuidarnos, no salir de casa más que en caso realmente necesario, debemos entender que cuando yo me cuido cuido también a los demás; cuando me aíslo, contribuyo a que toda la especie salga adelante y el virus no se multiplique con gran velocidad. Reconozcamos, el Covid-19 ya llegó, ya está en personas que habitan en Yucatán. El aislamiento no es algo a lo que estamos acostumbrados los seres humanos, es una inactividad que solo aceptamos algunas horas; durante el aislamiento podemos desarrollar nuevos tiempos de sueño, nuevos ritmos de descanso, de estudio; recuperar las dimensiones perdidas, como la preocupación por los otros, la conversación (por cierto limitada), la cercanía con los nuestros que el ritmo social y económico al que estamos acostumbrados nos ha impedido disfrutar.

Este encierro no debe detener nuestro ser solidario, dar amor, cariño, sumarnos a una solidaridad en favor de los más necesitados, los más vulnerables; debemos ser una sociedad más integrada, no podemos darnos el lujo de aislarnos artificialmente y no pensar en las necesidades de otros, debemos actuar en consecuencia.

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