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Alguna vez te has preguntado cómo afecta la excesiva información el estado de ánimo de las personas en estos tiempos de pandemia, más si a esto le sumas el estrés del encierro, de la soledad, el teletrabajo, la cesantía. Sin duda, cuestiones ampliamente debatibles, seguramente tópicos de análisis permanente. ¿Hoy entendemos que las emociones positivas como el amor, la paz y la tranquilidad son claves para la salud y la vida; entonces, ante todo esto, ¿dónde cabe la felicidad? ¿Cómo podemos cuidarnos? ¿Podemos permitirnos ser felices en estos momentos? Esa es nuestra única salida, procurar la felicidad. ¿Cómo la encontramos?, eligiendo la información que consumimos, la gente que seguimos en redes sociales, con quienes nos comunicamos y por sobre todo, agradeciendo lo que sí tenemos, aunque sea poquito, porque si nada nos salva de la muerte, entonces que el amor nos salve de la vida.

Hoy más que nunca nos cuesta trabajo sonreír, aunque luego de 132 días de pandemia hemos aprendido a hacerlo con los ojos, a ser disciplinados con taparnos boca y nariz al salir de casa, pero las cifras de la catástrofe aumentan a cada minuto aun cuando estemos durmiendo.

En situaciones difíciles, en momentos de adversidad, en crisis y traumas, lo cual, por supuesto, incluye lo que está pasando mucha gente, ya que está perdiendo sus trabajos, enfermando, sus seres queridos están muriendo y es muy difícil afrontar todo esto, ¿cómo podemos ser felices en un momento tan complicado? Increíblemente, los seres humanos somos muy resilientes y estas últimas semanas me ha impresionado ver cómo la gente se ha adaptado y casi se ha acostumbrado a esta nueva situación mejor de lo que creían, y cómo muchos han sido capaces de conectar de otras maneras que no habían probado antes, como videollamadas, Zoom, Skype, etcétera. Veo a muchos amigos, familiares y colegas conectándose incluso más que antes, están hablando con amigos de todo el mundo más de lo normal. Creo que estas conexiones son realmente importantes para que no nos sintamos solos, no nos sintamos aislados. Cuando somos felices no sólo nos sentimos bien nosotros, nuestras familias son más felices, nuestros maridos o mujeres son más felices, nuestros hijos, nuestros amigos y compañeros de trabajo también. La felicidad no es nada más personal, es buena para nuestras familias, nuestras comunidades, para todo el mundo.

Hay gente que cree que la felicidad se tiene o no se tiene, que hay gente que nace feliz y otra que no, y que no se puede hacer nada al respecto. Hay cierto componente genético, pero eso no significa que no se pueda cambiar. De hecho, está comprobado que uno puede convertirse en alguien más feliz, ya sea bajo circunstancias normales o en circunstancias tan complicadas como las que vivimos hoy. Seamos conscientes de que ofender o demeritar las acciones de la autoridad no nos va a llevar a ninguna parte, hagamos lo que nos toca. Hoy te invito a seguir sonriendo con los ojos para que en breve podamos sonreír con alma.

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