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Mucha gente me pregunta qué es lo que viene en el mundo de la energía, y ciertamente es un asunto que nadie puede predecir, pero también existen señales que pueden mostrarnos una tendencia. El sistema energético del futuro estará influenciado por cambios vinculados al urbanismo, el incremento sustancial de la demanda, un mayor uso del gas natural y fuentes renovables de energía, la reducción de costos de las tecnologías limpias y la innovación aplicada al sistema energético en términos de digitalización, automatización e inteligencia artificial.

Como punto de partida, tenemos que dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero se derivan de la producción y consumo de energía, y que hoy un 81% de la mezcla energética aún depende de la quema de combustibles fósiles, siendo este porcentaje el mismo de hace 30 años. ¿Significa esto que no han avanzado las energías renovables? Por supuesto que no, el crecimiento de la energía limpia ha sido significativo, pero apenas ha alcanzado a cubrir el incremento de la demanda. Es necesario que la transición experimente una aceleración exponencial, pero sin poner en riesgo el trilema energético formado por acceso seguro y asequible, sostenibilidad medioambiental y crecimiento económico con prosperidad.

El combustible que impulsará esta aceleración, tiene que ser una inversión sin precedentes en capacidad de carga base renovable, generación descentralizada, almacenamiento de energía y gestión de redes digitales inteligentes. Así que las instituciones financieras tendrán que contar con ejecutivos que, entendiendo el complejo entorno y funcionamiento del mundo de la energía, se enfoquen en diseñar y poner a disposición del público instrumentos financieros a la medida y nivel de este desafío.

Adicionalmente, la movilidad y el transporte que hoy representan cerca de un tercio de la energía consumida están en las etapas iniciales de una posible transformación masiva, que incluirá una combinación de tecnologías, con un aumento de la electrificación del transporte y la probable utilización del hidrógeno como combustible. Este cambio podría ser drástico y contar con la enorme capacidad de almacenamiento que significará una gran flota de vehículos eléctricos, permitiría proporcionar servicios de equilibrio para la red y administrar la demanda, asuntos que preocupan a las compañías eléctricas ante la intermitencia de la producción renovable.

La gobernabilidad del sistema energético deberá replantearse, la geopolítica de la energía ha experimentado cambios en la última década y la industria es distinta. En el mundo, la energía suele analizarse desde una perspectiva centrada en el Estado, que percibe la seguridad energética como un juego de suma cero. Un cambio en esta visión permitirá un uso eficiente de los recursos e incrementará las oportunidades para la cooperación en investigación, desarrollo, inversión y comercialización de la energía.

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