El futuro, el gran ausente
El poder de la pluma
En el actual régimen, no solamente prevalecen la ocurrencia y el disparate, sino que es notoria una característica que me causa gran preocupación: el futuro no existe. Su cabeza más visible, sus subalternos y sus seguidores, no quieren, no pueden y no saben conjugar algún verbo en ese precioso tiempo gramatical que es el futuro, ese que sirve para situar la predicación en relación con el tiempo actual y mostrarnos con una correcta retórica el camino hacia el cual nos quiere conducir, el rumbo que pretende dar a nuestra nación entera.
Estaré de acuerdo si alguien me señala que lo importante no es la palabra, sino la acción. Pero, si no son capaces de conceptualizarlo ni siquiera en el discurso, la consecuencia será una mayor dificultad de que se traduzca en hechos concretos.
Y lo más peligroso es que denota con toda claridad que no se tiene una visión de futuro. Henry Kissinger decía: “Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te llevará a ninguna parte”. Y eso es lo que nos está sucediendo ahora en México, estamos en un navío que, a pesar de tener a alguien que ocupa físicamente la posición de timonel, debido a que sus intereses se enfocan en otros objetivos, nos tiene a la deriva y a merced de la fortuna. El conductor ha renunciado a ejercer la función que le corresponde al puesto que su cheque quincenal de nómina dice que ocupa.
Así, recurre de manera crónica al pasado, para intentar encontrar el pretexto que justifique una anemia de resultados en el presente, que sólo se explica por su incapacidad e incompetencia para imaginar un futuro promisorio, que lo convierta en visión, que nos lo comunique con claridad y que nos desafíe a transitar por la vía que nos llevará a alcanzarlo.
Y esto sucede porque adicionalmente se carece del más elemental modelo de liderazgo, aquel que reúne un conjunto de cualidades humanas, con un compromiso decidido y personal de alcanzar un objetivo.
Estas deficiencias se hacen más evidentes aún en los “proyectos” que se implementan actualmente: un tren que nada tiene de maya, pero menos de planeación, diseño y programa; un aeropuerto que no responde a las necesidades actuales y menos a las futuras; un programa que acaba con la vida para sembrar la muerte en bosques y selvas del sureste.
En el sector energético el asunto se torna más trágico. Se derrocha dinero en una refinería que muy probablemente, si es que llega a estar lista y entrar en operaciones algún día, ya no contará con un mercado automotriz al cual llenar su tanque de gasolina. En electricidad se pone cuanto obstáculo les sea posible al despliegue de energías limpias y renovables y se fomenta la generación costosa y contaminante de los combustibles fósiles del pasado.
Los ciudadanos tenemos que usar nuestra voz y nuestros votos para que este navío vire 180 grados y se enfile sin demora rumbo al futuro.