Es una transición, no una guerra
El poder de la pluma
Cada vez es más urgente el llamado para encaminarse hacia una transición que permita al planeta migrar desde una economía basada en la ya insostenible quema de combustibles fósiles a una prosperidad cimentada en fuentes de energía limpias y renovables. Con frecuencia este llamado es erróneamente interpretado como una declaracion de guerra, en la que tendría que haber un saldo de derrotados y vencedores.
No es así, una genuina transición requiere varios años de preparación anticipada, tarea que ya debería estar cumplida. Así como un atleta olímpico entrena varias horas al día y se prepara para la prueba definitiva, del mismo modo los países ya deberían haber concluido la fortificación de su andamiaje normativo e institucional, preparado su sistema financiero, formado a su capital humano e incentivado la inversión del sector privado en materia energética.
Quienes han comprendido correctamente lo que se precisa para lograr la transición están haciendo acopio de sus fortalezas para liderar el cambio. No es casualidad que entre las empresas que se están colocando a la cabeza de la transformación energética global se encuentren algunas de las mayores petroleras del mundo, y tampoco es una contradicción.
Quien no lo crea, dirija la mirada a lo que están haciendo empresas como British Petroleum o Shell, que han establecido claramente sus metas para alcanzar la neutralidad de carbono en sus operaciones y han definido la hoja de ruta que las llevará a alcanzar tal objetivo.
La transición energética no es una tarea que pueda lograr sola una empresa, por muy grande, poderosa e influyente que ésta sea. Una misión de esta importancia y tamaño requiere la integración de alianzas y coaliciones entre el sector público y el privado con la participación activa de la sociedad, con la disponibilidad de recursos que aporta el sector financiero, con los avances tecnológicos y la formación de capital humano que aporta el sector académico y los institutos de ciencia e investigación.
Resolver adecuadamente el modo de satisfacer las necesidades energéticas de la humanidad para el futuro no debe de ser un asunto de quién o qué sector gana una guerra. Los protagonistas del sector de petróleo y el gas saben bien que esos recursos son finitos y tarde o temprano ya no serán viables. Los que tenemos la certeza de que las fuentes limpias y renovables dominarán el mapa energético sabemos que este cambio no será súbito, pero sí tiene que ser muy rápido y ambicioso. Está claro que muchos de los actuales actores no desaparecerán, sino que, con base en sus propias cualidades, se transformarán para estar entre los actores clave, donde, por supuesto, también habrá nuevos jugadores.
Todos somos piezas de un gran rompecabezas, el modo en que logremos embonar unos con otros y que las fortalezas de cada sector se constituyan en el aglutinante que brinde solidez a dicha unión será determinante para que la transición ocurra exitosamente.