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Recientemente se estrenó en las salas de cine comerciales la película “Doctor Sueño”, dirigida por Mike Flanagan, realizador especializado en el género del terror, pues cuenta en su haber con la miniserie La maldición de Hill House y la adaptación de “El sueño de Gerald”, de Stephen King (ambas en Netflix). Por ello, no es de sorprender que fuera elegido para hacer la secuela de “El resplandor”, icónico filme de Stanley Kubrick, también adaptado de la novela homónima del maestro del horror.

La trama es contextualizada casi 30 años después de los hechos ocurridos en la primera cinta, con un Danny Torrance (Ewan McGregor) sumergido en la decadencia del alcohol, el sexo y las drogas, ya que los fantasmas de su pasado aún lo persiguen por las noches. Su autodestrucción no es más que una manera de sublimar sus poderes psíquicos, a los cuales él llama “el resplandor”.

Sin embargo, gracias a la generosa ayuda de un nuevo amigo, logra rehabilitarse tras 8 años de sobriedad, a través de los cuales sostiene una amistad telepática con una misteriosa niña que tiene poderes similares, pero a la enésima potencia. Todo esto en el marco de una ola de desapariciones de niños “especiales”, cuyos poderes son devorados por un culto encabezado por Rose The Hat, interpretado por la bella actriz sueca Rebecca Ferguson.

Bajo esta premisa, Flanagan retoma los conceptos visuales establecidos por Kubrick para contarnos una historia de redención, la cual se cimenta en varios arquetipos literarios, sobre todo en cuanto a la relación maestro-aprendiz, pues la niña Abra Stone es la “elegida”, la cual inicia el consabido viaje del héroe apoyada por Torrance, quien tendrá la oportunidad de redimirse y cerrar el círculo de pesadilla que lo ha atosigado toda su vida.

Sin embargo, aunque la película homenajea a la cinta original (algunos diríamos que la refritea), carece de la originalidad y de la visión de Kubrick. El talento de Flanagan queda sepultado como la sombra de aquél y de Kubrick, pues no logra desprenderse de su antecesora y, lo que es peor, hace muy pocas aportaciones a la historia. Esta secuela se antoja como un mero producto mercadológico destinado al fan service.

Aún así, tiene algunos momentos destacables, sobre todo en los primeros noventa minutos del filme, que oscilan entre el drama personal y el thriller sobrenatural, apenas rozando el terror que tantas expectativas generó antes de su estreno. No obstante, a partir de ahí el guión se cae, pues inicia una espiral de situaciones repetitivas que no van hacia ningún lado, finalizando en un desenlace casi metido con calzador, predecible y sin vueltas de tuerca que puedan sorprender al espectador.

La fotografía, los efectos especiales y los movimientos de cámara son apenas efectivos para entregarnos una cinta que se queda a medias, pues adolece de una trama bien apuntalada y de una edición más ágil, que a muchos nos hubiera ahorrado dos horas y media de somnolencia provocada por el “Doctor Sueño”, una segunda parte bienintencionada pero francamente olvidable.

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