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El periodismo negro es un término usado en la obra de Eduardo Monteverde para describir la violencia que circunda lo cotidiano en las grandes ciudades y en los paisajes rurales. En su libro Lo Peor del Horror narra 23 historias representativas que reflejan la incongruencia de décadas de una política penitenciaría, dedicada a hundir a quienes en realidad necesitan rehabilitación, así como expone el combate que libran las comunidades indígenas para sobrevivir a los estragos ocasionados por el hambre y la miseria.

El prólogo de Paco Ignacio Taibo II dice que la violencia se disuelve en lo cotidiano, por lo reiterado de los crímenes, el abuso de la cabeza periodística y reportajes superficiales en televisión. Así, la agresión y el asesinato lentamente forman parte de nuestra existencia, fusionándose con la esfera privada, hasta hacernos indiferentes y anestesiar nuestra capacidad de asombro, de horror o indignación.

A lo largo de sus historias, Monteverde alega que la nota roja debe evolucionar, que ahonde en los escalafones más bajos y oscuros de la sociedad para dejar un testimonio de los horrores ocultos en lo cotidiano, escribir un relato capaz de sustraernos de la desidia, más allá de los hechos, devolver lo humano a esos sucesos para devolvernos nuestra capacidad de indignación e impulsarnos a tomar acciones para combatir la raíz del problema: un sistema social, político y cultural obsoleto.

Para escribir su libro, el autor entrevistó y recopiló sus historias de primera mano con los forenses, el Ministerio Público, los hospitales psiquiátricos, los barrios bajos, las comunidades azotadas por el hambre, el narcotráfico, la tala ilegal de maderas preciosas y en las cárceles. Ahí reunió la materia prima para narrar un México siniestro y real; historias que, muchas veces, conocemos, pero sistemáticamente las ignoramos. Como el caso del confinamiento de Carlos Francisco Castañeda de la Fuente, alojado durante 16 años en el pabellón número 6 de la granja psiquiátrica Samuel Ramírez Moreno, sin proceso judicial, custodiado por judiciales, militares y celadores, por el delito de atentar contra la vida del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz el 5 de febrero de 1970.

En el libro desfilan el suicida fallido, el mago pederasta, infanticidas, prostitutas, homosexuales arrepentidos, mujeres asaltadas sexualmente, un padre acusado de asesinar a su familia, mientras el asesino y secuestrador de su hijo permanece libre; toda una galería de personajes atrapados en el laberinto burocrático del sistema penal por carecer de los medios necesarios para aceitar los engranes de la corrupción.

El autor narra que un policía comentó que la vigencia de las historias recopiladas en su libro durarán al menos 70 años, por lo común de los hechos, donde solo cambia el rostro y el nombre de las víctimas, lo cual en efecto es un augurio “duro”, y, sobre todo, triste sobre lo que nos depara el futuro si no existe una verdadera actualización y depuración de los procesos detrás del sistema de justicia.

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