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La mayoría conoce la desesperación de carecer de las palabras adecuadas para expresar cada uno de nuestros pensamientos, lo cual se multiplica cuando redactas un texto para publicar o para leer en público. Hay momentos en que al escribir iniciamos una conversación con los autores que descansan en el librero, recordando una frase, una palabra o qué los impulsó a representar el mundo de determinada forma, aunque sin traicionar sus ideales estéticos y sociales.

La palabra muestra los motores que bombean cualquier vena literaria. Uno de los escritores que comprendieron esa idea es Charles Bukowski en El Capitán Salió a Comer y los Marineros Tomaron el Barco, una autobiografía donde están narrados sus últimos días y sus reflexiones sobre estética, literatura y vida cotidiana. En ese texto el autor descubre que, pese al esfuerzo por conseguir una casa, un jacuzzi y un automóvil, la desesperación por reproducir la belleza permanece, sobreviviendo a los embates de la vejez.

En un acto honesto, el escritor reconoce que camina sobre la tinta de millares de libros, que después de leer todos los buenos libros, los próximos no ofrecerán el placer anhelado, por tanto, dice Bukowski, solo resta empezar a escribirlos. Aunque admitir que nuestro desamparo literario es apenas el primer paso, aún hará falta descubrir la estética y los valores que definirán los textos.

Con el tiempo, dice Charles Bukowski, la certeza de haber leído todos los buenos libros crece hasta llegar a convertirse en verdad. Es en ese momento en que debemos reflexionar sobre el tipo de textos que queremos leer y comenzar a escribirlos, sin importar los muros que la literatura debe escalar para existir. Gran parte de los valores estéticos que los grandes escritores han forjado dependen de la honestidad al momento de empuñar la pluma, de descubrir las grietas que comienzan a notarse cuando plasmas tus ideas en el papel; empezamos a dar vueltas sobre ideas que alguien las escribió mejor, pero que no deben desanimarnos, sino interiorizarlas, asumirlas y transformarlas.

Así como Álvaro Mutis devela en La Muerte del Estratega que conoció la desesperanza a través de los textos de Joseph Conrad, Drieu La Rochelle, André Malraux, Malcom Lowry y Fernando Pessoa, idea que transformó en un personaje conocido como Maqroll el Gaviero, donde esas influencias gotean en sus venas sin marcar la cara con la cual deambula en el mundo literario.

Lo importante será evitar el plagio, revisar que lo escrito sea en realidad una nueva forma de apropiarse del mundo; como analizó Mutis, un camino necesario que muchos escritores emprenden y otros deberían de emprender en la actualidad (hoy en día un solo clic permite que las ideas y los artículos sean plagiados) para mantener viva la literatura.

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