Nadie supo nada: la muerte de Eugenio Garza
El poder de la pluma
La guerrilla mexicana tiene varias aristas en cuanto a percepción, los pocos libros que existen están enfocados a explorar el origen, las causas y la desaparición de los movimientos armados; sin embargo, son escasos los que abordan la perspectiva de los ciudadanos, aquellos que quedaron en medio de las disputas entre el gobierno mexicano y los jóvenes.
El responsable de la guerra sucia en México fue el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, quien tenía infiltrados a todos los grupos armados, la oposición y grupos empresariales. Uno de sus principales opositores era el Grupo Monterrey, encabezado por la familia Garza Sada.
Pese a que aceptaron retirar la propuesta a Carlos Denegri de encabezar los noticieros de Canal 8, entre la Presidencia y el Grupo Monterrey (dirigido por Eugenio Garza Sada) existía una relación tensa. Después de ese acuerdo, las fricciones aumentaron primero por el control del consorcio periodístico El Sol y el despido de políticos regiomontanos de puestos públicos, entre otros. La confrontación acabó con el asesinato de Garza Sada a manos de un comando guerrillero, el cual pudo actuar sin problemas gracias a la decisión del gobierno federal de mirar para otro lado.
Según cuenta el libro Nadie supo nada (La verdadera historia del asesinato de Eugenio Garza Sada), de Jorge Fernández Menéndez, la Dirección Federal de Seguridad (encargada de infiltrar a la guerrilla mexicana, las torturas, desaparición de jóvenes y control de información política) conocía desde un año y medio antes los planes del grupo guerrillero Liga 23 de Septiembre de secuestrar a Eugenio Garza, presidente del Grupo Cervecero Cuauhtémoc.
El fallido secuestro que culminó en el asesinato del empresario y sus dos ayudantes el 17 de septiembre de 1973, cerca del consorcio cervecero, no tuvo un cierre claro por parte de las autoridades. El libro maneja la hipótesis de que esta acción consentida permitió restarle espacios a la iniciativa privada regiomontana, que tenía intereses diferentes a los de la capital del país. La escisión entre ambos grupos comenzó con la decisión de Luis Echeverría de lavar su imagen por el papel que desempeñó en la masacre estudiantil de 1968 al incluir a representantes de izquierda en su gabinete, un discurso bélico contra Estados Unidos, crear lazos internacionales con Fidel Castro en Cuba y Salvador Allende en Chile.
Esa postura “izquierdista”, como la calificó el sector empresarial, fue sintetizada en el discurso fúnebre en memoria de Garza Sada: “Por doquier vemos el desorden instituido que casi parece desembocar en la anarquía, se suceden los choques sangrientos; las universidades se encuentran convertidas en tierra de nadie; se otorgan mayores garantías al delincuente común que al ciudadano pacífico que se ve sujeto a atentados dinamiteros, asaltos bancarios, destrucción y muerte…”.
Este libro, con marcado acento del lado de los empresarios y la personalidad reconocida y estimada de Garza Sada, es un excelente aporte de Fernández Menéndez para abrir investigaciones enfocadas a las otras víctimas de esa lucha.