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Gran cantidad de series y películas últimamente abordan temas históricos y logran captar el interés de grandes públicos porque la pantalla y la tecnología de hoy en día permiten retratar con mucha más precisión y cercanía con la realidad esos hechos. Sin embargo, cabe destacar la importancia que tienen los libros en estas adaptaciones, pues son la fuente primaria de la cual se nutren los libretos y la imaginación de la gran industria y la producción que logra lo que vemos en la pantalla.

Entre la realidad y la ficción entrelazadas en estas historias el pasado regresa con la fuerza y la conmoción que en muchos casos despierta entre los espectadores. Tal es el caso de la miniserie “Chernóbil” que se estrenó en mayo de este año impactando a miles de personas con la historia de la peor catástrofe medioambiental y nuclear de la historia, sucedida el 26 de abril de 1986 a causa, todo indica, de fallas humanas.

Basada en varios libros que se han publicado sobre esta tragedia, sobresale el de la Premio Nobel de Literatura 2015, Stevlana Alexiévich: “Voces de Chernóbil” (1997), en el cual recopila testimonios recabados, a lo largo de más de diez años, de los sobrevivientes y familiares de las víctimas directas de la explosión nuclear. Voces que no olvidan, porque no pueden, palabras invadidas por la radioactividad que impregnan sus páginas y reflejan con gran detalle el ambiente sombrío y mortífero que hasta hoy seguramente se percibe en esta zona de desastre.

Son lamentos, hay dolor, devastación, muerte, pero su lectura también ofrece entre toda esa tristeza una esperanza, la de las voces sobrevivientes que conocen un antes y un después, los desplazados, los que tuvieron que abandonarlo todo sin llevarse nada creyendo que regresarían pronto y, después de 33 años, no pueden ni podrán volver, pues los científicos estiman que esa zona no será habitable sino hasta dentro de 20,000 años. Pero en la memoria de estas voces persiste la vida, a pesar de que los efectos devastadores de la radiación han matado a miles de personas que vivían incluso 30 kilómetros alrededor del reactor, la zona sin futuro.

Las historias como la de Chernóbil son lecturas vitales y necesarias para sacudir esa conciencia humana que se debilita hoy con otras banalidades, porque en cada testimonio la humanidad finalmente se refleja con todos sus matices. En esta historia poco importan los culpables, importa escuchar cómo se aferran a la vida, pese a perderlo todo y vivir en constante riesgo a pesar del tiempo transcurrido.

Hay un antes y un después de Chernóbil, también les aseguro que habrá un antes y un después de leer el libro y ver la serie, desde apreciar la vida hasta el lugar donde vivimos, porque lo más básico o elemental que tenemos hoy pende tan solo de un hilo.

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