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Durante la pandemia de Covid-19 han aumentado los problemas de salud mental y adicciones entre los jóvenes, según admite el Sector Salud; con suicidios y duelos, parece ignorarse que hay motivos para la alegría. Una comunidad más solidaria, miles de héroes de la salud visibles, vacunas en tiempo récord y una gran mayoría de casos de coronavirus recuperados, no pueden taparse con un dedo como tampoco evitar notar que el mundo quiere la paz y no la guerra, frente a la invasión rusa a Ucrania y en ese sentido se ha unido y movilizado.

El desprendimiento de apegos materiales, valorar la vida, la incipiente recuperación económica y la disposición de servir como voluntarios, son otros de los signos de estos tiempos cuando se asoma la oscuridad, pero para que sea exhibida por la nueva luz de una humanidad más despierta. Es verdad que en México, 7 de cada 10 adolescentes manifestó sentirse triste todo el tiempo o la mayoría del tiempo, según una encuesta nacional de salud y nutrición.

Uno de cada 10 indicó sentirse triste un considerable número de veces. En el Hospital Psiquiátrico Infantil Dr. Juan N. Navarro de la Ciudad de México se considera que estamos ante una situación alarmante y se advirtió que la tristeza es uno de los principales síntomas de depresión. Y la preocupación no radica tanto en que los adolescentes expresen sentir tristeza, pues es normal y todo mundo la experimenta; el problema es que la encuesta hace referencia a que un porcentaje importante la experimenta de manera constante y está presente la mayor parte del tiempo.

En Yucatán y Quintana Roo, específicamente, ha funcionado que padres y maestros identifiquen de manera oportuna a los adolescentes que estén experimentando tristeza para que reciban atención, o en su caso, tratamiento oportuno.

Ello puede incluir recordar a Martin Luther King soñando despierto: que al ritmo que va el planeta, los valles pronto serán cumbres, las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, la verdad es revelada, y se une todo el género humano. Esta es la esperanza. Está la fe que esculpió de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza.

Con esa fe se trasforma el sonido discordante del planeta, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esa fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que ha llegado la hora de la libertad para quien así lo decida.

Este puede ser el tiempo cuando se podrá cantar un himno con un nuevo significado: “Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores fallecieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”, dijo Luther King en su sueño. Y si la humanidad ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

“Cuando repique la libertad y la dejemos repicar [...] podremos acelerar la llegada del día cuando todos, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual” [...] “¡Libres al fin!”, pues sí podemos darnos cuenta que hay motivos para la confianza.

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