Un congreso fallido
El Poder de la pluma
Nada de pompas fúnebres, el maya al final de una larga travesía en Yucatán sería reconocido e institucionalizado, al menos eso fue lo que recuerdo que dijeron en el Congreso Peninsular para la Institucionalización de la Lengua Maya, en febrero del año pasado.
Allí los mandamases del Instituto Nacional para las Lenguas Indígenas (Inali), en presencia de representantes de los estados peninsulares, llenaron de entusiasmo al nutrido público, en donde los verdaderos mayas brillaban por su ausencia y su lengua.
Desde el principio, el proyecto de escritorio nació baldado, los pleitos sectarios de la agrupación indígena, por sus siglas Inali, se hicieron sentir en el ánimo de las instituciones convocadas. Porque, si usted no lo sabía, las agrupaciones de indígenas son las mejores replicadoras de la discriminación contra otras etnias y, sobre todo, contra las mujeres indígenas.
El Congreso Peninsular resultó un fiasco costoso con carga al erario, no fue recíproco en cuanto a logros. Alguien mintió, se dijo que el gobierno en turno se había comprometido a iniciar un programa ascendente hasta llegar al bilingüismo.
Nada de eso trajo el sabucán, la prometida señalética en edificios públicos, en carreteras y en monumentos históricos, que significaría el despegue de la lengua aborigen peninsular, se olvidó en la letrina abonera. Ni Indemaya, ex CDI, Sedeculta del poeta Metri, nadie volvió a acordarse del compromiso contraído supuestamente con el pueblo maya.
Existe un variada forma de investigaciones realizadas sobre los mayas contemporáneos, pero todo ha quedado en lo académico y no ha trascendido hacia los aborígenes; la lengua maya, un patrimonio intangible y valioso, es usado en las paredes de las casas, ahí se esconde, por la vergüenza de ser estigmatizado como indio.
Los pueblos mayas luchamos contra los blancos y contra los burócratas mayas que desde la política indigenista suben a un tren sin destino; nada resultará bien, porque nuestra realidad no sintoniza con los apetitos políticos de nuestros hermanos de etnia.
Este Congreso supuestamente estaba diseñado para el despegue de nuestra lengua materna, se incrementaría y establecería la aplicación jurídica del uso de la maya en las esferas oficiales, el objetivo se perdió en algún oscuro escritorio. La situación sigue igual, la lengua sigue escondida.
El tránsito del monolingüismo al multilingüismo fue un ave de efímero vuelo.
Los cientos de estudios e investigaciones realizados por académicos de renombrados prestigios, algunos locales otros nacionales, y ni mencionar a los extranjeros, no trascendieron.
El investigador social sin un trabajo de los pueblos mayas peninsulares no tiene de qué jactarse. Es bueno ser referente de estudio, pero todo se queda allí, archivado en una esplendorosa biblioteca universitaria.
¡Señores académicos, los burócratas no leen! Sus conclusiones se pierden en el laberinto de la orfandad.
El U Múuch’ táambalil Peten uti´al u Chíimpolta’al Mayata’an se perdió en el olvido, pero ya vendrán otros a replicarlo. ¿Y la institucionalización del idioma maya? Bien, gracias.