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Hace dos décadas, el doctor Camilo Otero Rejón, presentó en Tizimín su libro: Los adoradores adorados: los tres reyes de Tizimín. Me llevó hasta allí la curiosidad, así de simple, pero ese día me impactó la fila formada para que el microhistoriador les autografiara el volumen adquirido. El impacto fue tal que me lancé un reto: algún día también firmaré autógrafos, me dije. Desde hace dieciséis años he trabajado incansablemente con férrea disciplina militar con tal de lograr mi propósito. No existe, para mí, mejor tributo al trabajo que cuando el lector de mis obras espera pacientemente que el libro adquirido sea autografiado, luego la foto del recuerdo y una cortísima charla.

Jennifer Montoya, de la CNN, me preguntaba si valía la pena el esfuerzo de vivir con agendas cargadas y no dudé al contestar que no podría vivir sin hacer lo que hago. Los daños colaterales del oficio son numerosos, logré sobreponerme a una invalidez causada por daño en las vértebras cervicales provocada por una caída del escenario en el auditorio donde se efectuaba el Encuentro Internacional de Escritores en Tijuana. El estrés ha minado mi resistencia, pero aquí sigo en la brega, escribiendo dos horas diarias en la madrugada, llueva o truene, en cualquier lugar del país o el extranjero; esa rutina ha producido una docena de libros publicados y un número superior en espera de verse en las manos del lector.

Comparto estas reflexiones ya que, con motivo de haber obtenido el Premio de Literatura Indígena de América, literalmente el mundo se me vino encima, los medios de comunicación que siempre me han favorecido no me han dejado respirar. Con todo, mis cinco minutos de fama los he gozado a lo máximo. Cuando me preguntan ¿qué sigue?, mi ego contesta de inmediato: el Nobel de Literatura. A muchos les causa prurito, otros le sonríen a mi egolatría, algunos me dan palabras de aliento. Soy mujer indígena, escribo en mi lengua materna y mi obra es de calidad, tanto que ha sido traducida a muchos idiomas. ¿Entonces no puedo soñar? Los que escribimos en este formato bilingüe ya hemos llamado la atención a los académicos e incluso lo han nombrado bajo el apartado de Literatura Indígena Moderna; tenemos la capacidad de competir con la literatura occidental, nuestra literatura es de calidad.

En la última semana de este mes estaré en una gira por Japón, específicamente tendré conferencias, charlas y conversatorios con alumnos de la Universidad de Kioto (Universidad Imperial, una de las más antiguas) en la provincia de Sendai; también me reuniré con la editorial que publicó el primer tomo de la compilación de mis obras en japonés y culminaré en Tokio con varias actividades en la Embajada de México en Japón.

Esta erá mi última actividad agendada antes de iniciar un año sabático, el PLIA 2019 amplió el horizonte.

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