Vivir sin vivir
El poder de la pluma
Un puente de cincuenta años separa a Arthur Schopenhauer de Emily Cioran, pero a ambos espaciados por el tiempo los unen pesimismo, desesperanza y melancolía llevados a su máxima expresión. Estos escritores se encuentran unidos por una invisible cadena de lo absurdo, frente a los interrogantes de los silencios de la vida. Tanto el alemán como el rumano en todas sus obras iluminan la miseria humana y el gran vacío de la existencia concretada en el grito de desesperación en el infinito, en donde la soledad se levanta en medio de una multitud de seres sordos al sufrimiento ajeno.
Vida eres mala, pero te amo porque eres bella, sentencia Schopenhauer, décadas posteriores Cioran contesta en aforismo fatal: “El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única realidad”. La vida fue la preocupación de estos pensadores. A toda una generación de lectores y admiradores de sus pensamientos llenos del infortunio y lo patético del hombre frente a su existencia humana le causaron admiración de unos y aborrecimiento de otros.
El pensamiento escandaloso de estos escritores debería ser releído en esta actualidad en donde las generaciones parecen navegar en aguas turbias que envenenan el alma de los que no encuentran en la vida razón para vivirla.
La violencia, los feminicidios, la reproducción sin ton ni son, el placer sexual, el infortunio y otras patologías sociales son desmenuzadas por la filosofía de la fatalidad. Todo el pensamiento de esta dupla maledicente tiene vigencia en la modernidad en donde el sentido del progreso es el avasallamiento de todo poseedor de los bienes necesario para el Estado. Derechos humanos, ética del trabajo, automatización en la producción y la nueva religión encaminada a glorificar el trabajo como medio de lograr la consolidación de todos los deseos se convierten en el motor de la individualización de lo colectivo. De Emile Cioran me parece que su mejor trabajo es su libro de aforismos El inconveniente de haber nacido, aunque el Breviario de la podredumbre resulta un canto a la sublevación contra todos los moralismos como forma de la alienación de los homo sapiens.
Por su parte, Schopenhauer, en Los dolores del mundo, infama a la reproducción por medio del sexo, considerando como antiético el amor por otros seres humanos. Ambos, Schopenhauer y Cioran, bajaron a los infiernos mismos y caminaron entre brasas ardientes acuciados por el pesimismo de vivir dentro de un vacío existencial, únicamente sostenido por pasiones falsas como el amor. Su punto de unión se encuentra en la sentencia de que la vida y la muerte caminan en un abrazo indisoluble: se vive para morir, esa es la única verdad.