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El estudio de la medicina es de la preferencia de muchos aspirantes a la educación superior; no existen en la geografía educativa facultades que no reciban miles de solicitudes para obtener un lugar en la formación de los futuros hijos de Galeno; sin embargo, como dijera el Nazareno: “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Algunos rechazados son tenaces y vuelven a intentar su ingreso con muy escasas posibilidades. Existen muchas razones para que los jóvenes se inclinen por la práctica de la medicina, no es de dudarse que algunos tengan la vocación de servicio al prójimo, para otros ser médicos es cuestión de prosapia y la mayoría ve en el título universitario el dinero y el prestigio que obtienen estos profesionales de la salud.

Para nadie es un misterio la comercialización del arte de curar, el consumismo se ha metido en el corazón de muchos médicos que repitieron el juramento de Hipócrates; la práctica de la medicina se ha llenado de artilugios incentivados por las grandes empresas farmacéuticas que con obsequios seducen el corazón de los buenos médicos, los cuales para pagar el regalo recetan nombres de medicamentos a veces de precios estratosféricos, aunque éstos no siempre sean necesarios. Otros, los que se van a los pueblos del interior, se convierten en grandes médicos, recetando medicamentos de última generación para infecciones simples, dejando al paciente desarmado contra infecciones más severas. En el argot de los matasanos se les llama “bomberos”, pues tiran bombas para matar mosquitos.

La ética de la práctica médica, en muchos casos, se ha olvidado, el servicio al prójimo se escondió en la falacia, la solidaridad con el dolor aumentó de precio. De ahí que el proyecto del gobierno federal de crear las Universidades de la Salud tenga un sustento plausible.

Es una necesidad la formación de médicos con vocación comunitaria y humanística sustentada en una sólida ética y un sentido altamente profesional. Generar este perfil es de carácter urgente, lo requieren las vapuleadas instituciones de salud pública que alguna vez en su historia fueron ejemplos en la práctica y la aplicación de la medicina y la investigación, pilares ambos que están en el olvido.

No todo es cuestión de dinero, un ejemplo es Cuba, en donde se gradúan médicos de alta calidad humanística que van a donde la población requiere de sus conocimientos; hay que ser realistas, el capitalismo, el neoliberalismo y el consumismo han destruido parte de la trama social, no es posible su erradicación con buenos deseos, pero sí puede proyectarse en la medicina una nueva concepción que dé lustre a esta práctica hoy mercantilizada por el consumismo.

De ahí que el proyecto de Universidades de la Salud, planeado para replicarse en toda la nación, aliente la esperanza de un servicio humanístico con estándares de calidad.

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