Pandemia
El poder de la pluma
El concepto de pandemia para referirse a una enfermedad que se propaga por encima de fronteras pronto entrará en desuso. El planeta se ha empequeñecido a causa de la globalización, la movilidad de las personas de un país a otro puede catalogarse como un hecho común. En esta movilidad el individuo carga con su patrimonio de morbilidad atenuada o no y sus agentes patógenos. En definitiva las enfermedades emergentes desconocen de fronteras nacionales y físicas y por lo tanto debemos acostumbrarnos a las situaciones extraordinarias que se requieren para aislar a los ciudadanos y evitar los contagios. Lo positivo de todo esto es que los comportamientos colectivos después de la tormenta dan puerta de entrada a nuevas formas de vida.
Tenemos como evidencia los efectos colaterales provocados por la última epidemia de cólera en el estado, sucedida en los inicios de la década de los 90 del siglo pasado. El punto de entrada fue el puerto de Celestún y la propagación del Vibrio cholerae dejó al descubierto la enorme fragilidad de las políticas públicas en materia de salud que hacía a los hogares yucatecos presas fáciles de la morbilidad de la bacteria que provocaba la “enfermedad de los pobres”.
Antes de la aparición del cólera en la fecha señalada, los hogares meridanos tomaban agua para beber de la llave de la cocina, tal vez usted no lo crea, pero es real. En algunos hogares existían filtros adicionados a la llave del agua potable, pero en otros ni siquiera eso. Así que imagínese a una comunidad rural dispersa: sacaban el agua del cenote y sin ningún tratamiento la ingerían sin temor alguno. Según mis informantes, en toda la ciudad solo existía una empresa que embotellaba el agua en garrafones de vidrio, la empresa sobrevivía a duras penas gracias a la venta de bolsas de hielo que siempre han tenido buena demanda dado el endémico calor peninsular.
Una de las primeras políticas del gobierno para proteger a la población fue dotar de agua en garrafones a los hogares emeritenses y para ello se fletaron decenas de carros de ferrocarril para traer del ex Distrito Federal miles de botellones para ser repartidos, como sucede con las despensas, en analogía con estos tiempos de cuarentena.
Todavía recuerdo a mi padre molestarse cuando le pedíamos dinero para comprar agua. “Nunca llegué a pensar que algún día tendríamos que comprar agua”, decía.
Las políticas públicas se encaminaron a dotar de agua entubada a todas las poblaciones, en las mayores al agua se le aplicaban dosis de cloro, las excretas en sus descargas al manto freático se controlaron y la medida ha permitido que el Vibrio cholerae se encuentre inactivo.
Ya veremos qué conductas surgen después de esta contingencia que nos obliga a permanecer en casa.