Una lectora leída: Virginia Woolf
Verónica García Rodríguez: Una lectora leída: Virginia Woolf
Hoy vuelvo, como muchas veces, a las autoras más significativas de mi historia lectora; y a pesar de la idea de que seguramente han de haber leído grandes obras, me pregunto ¿qué más habrán leído?, ¿qué lecturas marcaron sus vidas?, ¿qué leyeron antes de ser leídas?
Por ejemplo, Virginia Woolf, durante un festival italiano menciona que estaba leyendo La fuente sagrada, de James. Nos entera que también leyó La vara de Aarón; a Dante, Donne, Goldsmith, Thomson y, por supuesto, a Shakespeare.
Sin embargo, un texto que sin duda leyó y fue trascendental en su vida, es la carta con fecha 24 de mayo de 1912, que le escribe uno de sus primeros lectores, su esposo, Leonard Woolf:
“¡La más querida y la más amada de todas las criaturas! ¿Has recibido alguna vez una carta que empiece así? En todo caso nunca habrás recibido una en la cual las palabras se acerquen tanto a la verdad de los sentimientos de quien la escribe o, más bien, se queden tan por debajo de ellos. ¡Querida Virginia, amada! Las palabras no expresan cuánto te amo. Es como cuando estoy contigo. Si trato de decir lo que siento, me pongo estúpido y empiezo a tartamudear; es como si una muralla de palabras se elevara frente a mí y allí, al otro lado, estás tú, tan tímida, tan hermosa, y con ese rostro querido que por verlo ahora yo diría cualquier cosa. Oh, Dios, no sé lo que escribo […] No sabes la oleada de felicidad que me inunda cuando te veo sonreír y cuando el tono de felicidad, que siempre anhelo, impregna tu voz como sucede cuando tus sentimientos de tristeza y pesar son ahuyentados. Querida Virginia, deseo, Dios sabe cuánto, nunca haberlos causado y que se ahuyenten para siempre”.
Cinco días después, Virginia Stephen, de 27 años, aceptó su propuesta de matrimonio.
Virginia Woolf fue una lectora leída, que supo leer la vida y contarla. Dejó las huellas suficientes para que nosotros la leyéramos más allá de su muerte, más allá de la crítica, más allá de Leonard, quien no supo leer a tiempo la decisión que Virginia había tomado y a quien seguramente ninguna lectura impactó tanto como la última carta que ella le escribió:
“Querido: Quiero decirte que me has procurado una felicidad total. Nadie podría haber hecho más de lo que tú has hecho. Por favor, créelo. Pero sé que nunca superaré esto y estoy destrozando tu vida. Nada ni nadie podrá disuadirme. Podrás trabajar y estarás mucho mejor sin mí. Ya ves que ni siquiera puede escribir esto, lo cual me demuestra que estoy en lo cierto. Todo lo que sé decirte es que hasta el momento en que me sobrevino esta enfermedad, éramos completamente felices. Fue gracias a ti. Nadie podría haber sido tan bueno como tú lo has sido conmigo desde el primer día hasta hoy. Todo el mundo lo sabe”.
Ella tenía la certeza de que su carta sería leída por Leonard y su obra por otros, pero no sabía que la leería Rosario Castellanos, quien escribiría sobre ella y por lo cual yo, como muchas otras, la leeríamos.