¡Los jóvenes no comprenden lo que leen!

Verónica García Rodríguez: ¡Los jóvenes no comprenden lo que leen!

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Una de las grandes preocupaciones de los maestros es la lectura de comprensión, dado que, por más que les brinden técnicas de lectura en el aula, los adolescentes parecen no entender lo que leen. Por supuesto, esto es un tanto paradójico. ¿Cómo es posible que después de leer un texto alguien no pueda explicar su contenido?

Uno de los aspectos a tener en cuenta cuando de lectura se trata es la sacralización de la escritura y el libro impreso, creemos que todo lo que está en un libro está bien escrito y no siempre es así. Por eso, debemos asegurarnos de proponer obras que nos garanticen cierta calidad y, sobre todo, que estén completas. Esto significa que debemos ir más allá de los fragmentos que nos propone el libro de texto, ya que como fragmentos que son no nos permiten disfrutar la obra en su totalidad; de hecho, no vemos la obra, es como si de una pintura tan sólo nos dejaran un pedacito del cuadro. ¿A caso la experiencia sería la misma que tendríamos si lo viéramos completo?

Lamentablemente, antes de consentirnos como lectores y dejar que nuestros jóvenes se diviertan, estamos preocupados porque comprendan lo que leen o que lean algo adecuado. Les elegimos el libro, les pedimos que lean en voz alta, les proporcionamos fragmentos en vez de obras completas y los atiborramos de preguntas, sin importarnos su opinión o su interés. ¿Cómo podemos pedir a un niño o un joven que ame la lectura, si con ella ha pasado los momentos más angustiantes, vergonzosos y frustrantes de su corta vida?

Queremos que comprendan lo que leen, pero para comenzar habría que preguntarnos si en realidad están leyendo cuando los obligamos a tomar el libro y a descifrar el código lingüístico plasmado en aquellas páginas. ¿Acaso podemos contar una película a detalle cuando fuimos a verla por obligación, dormitamos en el cine y, aunque vimos las imágenes, no nos interesó en lo más mínimo?

Sin embargo, cuando algo nos interesa o nos conmueve, tendemos a contarlo, e incluso, a recomendarlo. Cuando esto ocurre, significa que hemos pasado por un proceso de compresión y de síntesis que nos permite expresar la experiencia del texto visual, audiovisual o escrito.

Por lo cual, es necesario que, tanto padres de familia como los maestros que fungen como mediadores de la lectura, propicien:

1. Espacios de libertad a la hora de leer.
2. La lectura de obras completas: cuentos breves, poemas y novelas cortas.
3. Opciones de lectura que atiendan a los intereses de los jóvenes: suspenso, terror, ciencia ficción, romance. Sin miedo ni prejuicios, el gusto literario se transforma con el tiempo y la práctica.

Pero, sobre todo, con la confianza de hacerlos sentir lectores con derechos y responsabilidades, consecuencia de su libre ejercicio lector.

Hasta el momento, la lectura de comprensión no ha generado más lectores y, por el contrario, ha ejercido una presión que ha alejado a nuestros niños y jóvenes de los libros fuera del entorno escolar. Aquel adolescente que descubre el placer de leer no pone barrera alguna entre su pensamiento y el texto. Con seguridad comprenderá lo que lee.

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