Lorenzo Salas y su última evaluación

Verónica García Rodríguez: Lorenzo Salas y su última evaluación

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La educación es una tarea muy compleja, hay maestros que resultan ser significativos en la vida de sus estudiantes y otros que pasan inadvertidos. ¿En qué consiste poder tocar el corazón de un joven, coincidir en momento y circunstancia para influir en su camino?

De la gran lista de maestros que tuve a lo largo de mi vida escolar —y tuve algunos muy buenos—, destaca mi docente de Español de tercero de secundaria, el Profr. Lorenzo Salas González, un hombre lleno de energía, amante de la lengua y empedernido lector, quien siempre, antes de comenzar su clase, ofrecía 1 ó 5 pesos a quien encontrara alguna palabra en el diccionario. Por supuesto, de inmediato, todos entraban al juego. En algunas semanas, unos se habían olvidado del diccionario, pero otros seguían jugando a buscar palabras. Los pesos se convertían en puntos de calificación y, a la larga, se volvían hábito.

En esa época, yo estaba muy lejos de ser una mujer de las letras; sin embargo, por sus clases conocí el teatro y a Sor Juana, semilla que florecería años después. Por alguna razón, mi encuentro con él no fue seguido, pero sí constante. Así que cuando descubrí mi vocación literaria, recurrí a él: ¿Por dónde empiezo? Le dije. Él me recomendó leer “Mujer que sabe latín…” de Rosario Castellanos, y en verdad, ahí comenzó todo. Me enseñó a corregir textos y me inició como correctora en el periódico.

“Dile que te dé un poco de té, así empezaba sus clases —cuenta la Mtra. Flor Alcocer, profesora de Ciencias Sociales—, siempre con una frase que lamaba la atención o una historia fascinante de la biografía de los grandes, por él conocimos los datos curiosos en las vidas de Alarcón, Quevedo, Lope de Vega y el mismísimo Cervantes. Clases de un maestro que tenía dominio y amor por su materia. Podíamos escucharlo por horas y no sólo aprendíamos, sino que nos mantenía entretenidos”.

“Recuerdo aquella tarde cuando nos llevó a todos, casi obligados, a ver la obra de teatro Pedro Páramo. De aquella presentación la verdad no recuerdo nada, lo que sí tengo presente es que me regaló al maravilloso Rulfo, a escondidas de mis compañeros, me dio aquel libro blanco usado — usado, como deben estar los buenos libros—, con el mismo título de la obra. Te va gustar, me dijo, y acertó […] Fue una de las primeras personas que supo que mi lugar estaba en el mundo de la cultura y el arte recomendándome que regresara a los talleres de Bellas Artes y me preparara bien. Pon una cabeza grande, de adulto sobre tus hombros jóvenes”, comenta el artista visual Javier Barrera Perera.

Hoy, el maestro Salas ya no está, pero nos deja mucho qué aprender a quienes nos dedicamos a la docencia, cuya evaluación dista mucho de la calificación de las instituciones y opinión de las autoridades en turno, sino del impacto positivo que logremos en la vida de otros seres humanos. Quienes fuimos sus alumnos, quizá no aprendimos lo que el programa de secundaria esperaba, pero aprendimos a buscar siempre un espacio para pensar y expresarnos en libertad.

Lo más leído

skeleton





skeleton