Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana (II)

Verónica García Rodríguez: Un tesoro escondido: la identidad latinoamericana (II).

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Leopoldo Zea afirma que se hablará de una filosofía americana por el origen y por los problemas a resolver que no son los mismos de la filosofía europea, ya que estos corresponden a una realidad concreta, nuestra realidad. Por supuesto, coincide con Juan Bautista Alberdi, en que la filosofía de una nación proporciona la serie de soluciones que se han dado a los problemas que interesan a sus destinos generales, y quien afirma que “una filosofía americana puede existir y será aquella que resuelva el problema de los destinos de América”.

Sin embargo a la interrogante que hiciera Salazar Bondy a cerca de la existencia de una filosofía americana, Zea plantea que tan sólo la pregunta cuestiona la existencia del ser latinoamericano en igualdad a los otros seres humanos, “hombres sin más”, pues cuestiona su espíritu: “Al regateo, o negación de humanidad, los hombres de esta América, como ahora los hombres de otros continentes sometidos a la misma negación, argumentarán, contestarán, tratando de mostrar su propia humanidad. Y son estas argumentaciones las que inician y continúan lo que hemos llamado nuestro extraño filosofar”.

No es casual que en la actualidad vuelva a surgir el tema de la identidad latinoamericana ante el fenómeno de globalización que vivimos, la rapidez de las migraciones y el impulso de una universalidad que llevan al individuo a querer verse como ciudadano del mundo, aunque ese mundo le sea hostil en muchos aspectos, porque es un mundo que categoriza y discrimina.

¿En qué medida encuentra el latinoamericano dificultades para encontrar su identidad? ¿Será que el latinoamericano del siglo XVIII que se enfrentaba a la emancipación de la Europa colonial en busca de su independencia es el mismo que el del siglo XIX, que ya emancipado participa en la construcción de naciones libres y soberanas, aunque este reciente nacionalismo sea, a fin de cuentas, una falacia y le implique olvidarse de sí mismo como individuo para responder a las características de un modelo, que sigue mirando hacia el norte, hacia occidente?

Es claro que el mundo ha cambiado. Latinoamérica ha visto el estallido, el proceso y el resultado de las guerras de independencia e incluso de revoluciones sociales; ha sido testigo del fin de la Guerra Fría, de la caída del muro de Berlín, de las guerras mundiales y de las guerras posteriores que se desataron en el Medio Oriente durante el siglo XX y las más recientes como la de Rusia y Ucrania; ha sufrido violentas dictaduras y violaciones a los Derechos Humanos en su propia tierra; ha experimentado gobiernos de izquierda como el de Lula en Brasil; Evo Morales en Bolivia y por supuesto, José Mujíca en Uruguay, ahora el de López Obrador en México; protagonizó el desarme de la guerrilla en Colombia y más recientemente, la muerte de Fidel Castro; mantiene la amenaza del narcotráfico, la corrupción, la escases del agua y combustible, el ser tierra de cultivo barata para empresas como Monsanto y mano de obra para la explotación de empresas europeas o estadunidenses. Ante todo esto, ¿dónde queda la identidad del latinoamericano?, ¿hacia dónde mira?, ¿cómo se ve?, ¿qué se cuestiona?, ¿qué se responde? (Continuará).

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