Una vida con propósito
Adriana Marín Martín: Una vida con propósito.
Edith Eger fue testigo en 1944 de uno de los eventos más terribles que ha visto la humanidad cuando tuvo que abandonar su hogar rumbo a Auschwitz. Allí enfrentó, siendo sólo una adolescente, torturas, trabajos forzados, deshumanización sistemática, ejecuciones y la muerte de otras personas. Pero logró sobrevivir y ha compartido su historia y la intensa lucha por la libertad, tanto física, como emocional que ha marcado su vida.
En su libro La bailarina de Auschwitz, Edith comparte una mezcla de emociones que resulta difícil describir. Creo que la tristeza y la fe son los dos principales sentimientos que, al menos a mí, me transmitió en sus páginas.
Dicen que existen dos tipos de personas, están las que enfrentan con valentía los eventos desafortunados de su vida y, por otro lado, lo que se aferran a ser víctimas constantes de la historia, llevando como estandarte aquello que les ha causado tanto dolor, como si con ello la situación fuera menos difícil.
“El victimismo procede del interior, nadie puede convertirnos en víctimas más que nosotros mismos”, es una de las muchas frases que Eger escondió en esta, su primera obra, con la que parece que dio la mejor terapia de su vida para la humanidad.
Ella soñaba con ser bailarina, estudió ballet y fue seleccionada a los dieciséis años en el equipo olímpico, estuvo a punto de lograrlo, pero su ilusión se vio frustrada por ser judía. Una noche los soldados tocaron a su puerta y Edith, junto con su familia, fue llevada al campo de concentración. Es con este acontecimiento que se desarrolla la primera parte del libro, donde se ofrecen detalles crueles que arrugan el alma.
No puedo más que externar mi admiración hacia Edith, su actitud de valentía y el modo en que ha aferrado su existencia para llenar de propósito su vida. Con su testimonio ella deja claro que siempre tenemos la posibilidad de decidir sobre cómo nos sentimos frente a las circunstancias que nos ocurren.
Ante el panorama tan difícil y cruel al que estuvo expuesta, Eger pudo elegir ser víctima, pero ella prefirió guiar a la gente en su camino, ayudándolos en su adaptación, mostrándoles cómo enfrentar el dolor. Sobrevivió al holocausto, fue liberada y logró reconstruirse física, anímica y emocionalmente. Estudió para ser psicóloga clínica y encontró en el apoyo que ofreció a sus pacientes un verdadero proceso de sanación.
En el 2010 estuvo encargada de brindar una importante conferencia a los miembros de unidad del ejército, quienes acababan de combatir en Afganistán, se trataba de un grupo en el que se había presentado una elevada tasa de suicidios. Con el dolor, la angustia y las fuertes experiencias que Edith enfrentó, se convirtió en un testimonio vivo de valentía y supervivencia.
Ella se encargó de dar un giro a su existencia, destacando que incluso los momentos más insulsos son oportunidades para experimentar esperanza, optimismo y felicidad. Convirtió su dolor en una gran fortaleza, sobre la que fabricó de manera dedicada una mejor realidad.
Y tú, ¿cómo estás enfrentando tu campo de concentración personal?, ¿estás trabajando para convertirte en la persona que deseas ser?, ¿estás llenando de propósito tu vida?