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Desde el día que nacemos comenzamos a adquirir una serie de acuerdos con quienes nos rodean, aunque no nos demos cuenta. Todo lo que sabemos, pensamos y creemos son compromisos, alguien nos dijo, nos enseñó y nos hizo saber que las cosas son de tal manera y para que al día de hoy lo recordemos tuvimos que estar de acuerdo con esa información.

Así, con el paso del tiempo terminamos viviendo regidos por esa serie de normas, reglas y costumbres que nos dirigen, según lo que nos instruyeron, para convertirnos en personas de bien.

El problema inicia cuando descubrimos que esas indicaciones y modos tal vez no son lo que queremos vivir, y el tiempo no perdona, va pasando y en menos de lo que esperamos nos encontramos frente a una realidad que no es la que deseamos.

Jamás había pensado en la cantidad de acuerdos que he adquirido durante mi vida, hasta que leí “Los cuatro acuerdos”, de Miguel Ruiz. Fue a través de él que comprendí que todo lo que he aprendido y percibido, así como todo aquello que recuerdo, es en realidad una serie de pactos, y que los mismos determinaban la manera en que he pasado mis días y vivido mi vida.

¿Alguna vez te has preguntado si la realidad que vives es la que quieres?, es triste reconocerlo, pero muchas personas pasan sus días en automático, como programadas, sin estar conscientes de su entorno y del mundo que los rodea.

La verdad es que somos un instante, y eso es algo que muy pocas veces consideramos. Invertimos largas horas del día en actividades que seguramente tienen un fin, pero que tal vez no nos dan felicidad.

“La única razón por la que eres feliz es porque eliges serlo. La felicidad, igual que el sufrimiento, es una elección. Tal vez no podamos escapar del destino del ser humano, pero podemos elegir entre sufrir nuestro destino o disfrutar de él, entre sufrir o amar y ser feliz, entre vivir en el infierno o vivir en el cielo”, esta es mi frase favorita de este libro.

Al terminar de leer las reflexiones de Ruiz, que están basadas en la sabiduría Tolteca, me puse a analizar que, si fuimos educados bajo pensamientos limitantes, y en el camino asumimos algunos prejuicios y culpas que cargamos como grilletes, sin imaginar lo mucho que pesan, es nuestra responsabilidad deshacer esos acuerdos y celebrar nuevos convenios con nosotros mismos, con nuestra felicidad y plenitud.

La lectura de este ejemplar me hizo reflexionar en lo importante que es liberarnos de las creencias erróneas que se nos han infundado de nosotros mismos y el mundo. Comprendí que no hay que suponer, pues nada es personal, que cada individuo da lo que tiene y que lo más importante es aquello que habita en mi interior. Y por supuesto, acepté el acuerdo de ofrecer siempre lo mejor de mí, sin importar los resultados, lo valioso es dar lo máximo que se pueda.

Así la realidad se torna más prometedora, porque los principales acuerdos van por encima de lo que esperan otros, o de lo que desea alguien más, y se centran en aquello que uno mismo quiere llegar a ser. Y tú, ¿ya conoces los cuatro acuerdos?

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