El precio de la fama
Aída López: El precio de la fama.
Si la fama llega después de la muerte, no
tengo prisa en conseguirla
“Meditaciones” de Marco Aurelio
La justicia es un pulpo gigantesco
“After Dark” de Haruki Murakami
La vida cotidiana está plagada de clichés, fórmulas o lugares comunes, tanto como el título de este texto. Expresiones como: “parejas disparejas”, “Dios los cría y el diablo los junta”, “el precio de la fama”, “todo es según con el color del cristal con que se mira”, “la realidad supera la ficción, “a cada santito le llega su fiestecita” y otros tantos dichos populares que ejemplifican situaciones y acciones. Hace unas semanas los medios virtuales que no descansan dieron en la noche una noticia que espeluznó a diversos estamentos sociales, aunque la víctima pronto se identificó como del medio artístico. Si bien es una de las once mujeres que mueren al día en nuestro país por razones de género, la forma artera como se perpetró el crimen es lo que sacude las conciencias más allá del espectáculo y el morbo.
Las motivaciones que rodean el crimen nos lleva a reflexionar acerca de los valores que rigen los comportamientos humanos, así como las relaciones de pareja, en ocasiones disparejas, ya que la occisa estaba relacionada con un señor que le llevaba 58 años, pero que cada uno satisfacía los vacíos del otro. Un hombre mayor poderoso y una joven ambiciosa de fama, caminos diferentes que confluyeron para la tragedia. La fama se cotiza en diferentes bolsas del pantalón.
Debido al alarde del presunto asesino de sus relaciones con el poder político y judicial, es que existe la zozobra en cuanto a la impartición de justicia, donde los vacíos legales en nuestro país han sido la constante para dejar en libertad a los delincuentes. Lo indefendible con un bufete de abogados sagaces y mucho dinero es defendible. A fin de cuentas todo es cuestión del color que le demos a la interpretación. Tintes rosas o rojos.
La realidad es tan compleja como lo sostiene la Teoría de la Complejidad, que darle una interpretación simplista al crimen, sería banalizar las semillas que, como en un injerto dieron el resultado mortal. La crónica de los hechos narrada en la Literatura resultaría increíble tal como sucedió. La combinación de factores emocionales, sicológicos, sociales y económicos devinieron fatalidad a la vista de todos los que degustaban el menú oriental de un restaurante de postín en Ciudad de México.
Como broma macabra del destino, la fama llegó a Yrma Lydya después de su muerte, antes pocos sabían de su existencia, su incipiente carrera apenas comenzaba a despegar en el género vernáculo a sus 21 años; el agresor, sin embargo, a sus 79 años era ampliamente conocido en la élite en la que se desenvolvía.
Los medios de comunicación a diario dan avances de la investigación. Si acaso el castigo del cónyuge sirva de ejemplo para confirmar que a cada santito (o demonio) le llega su día y que nadie está arriba de la ley.