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Hace unas horas visité a un amigo que tuvo una negociación con la muerte pocos días atrás; ella le besó el corazón, le acarició los pensamientos y le otorgó la oportunidad de seguir viviendo. Me dio mucho gusto verlo ahí sentado, platicándome su conversación con la muerte y que habían llegado a la conclusión de que aun no le tocaba irse con ella.

Lo vi ahí en su cama, hablando sin prisas, concentrado, emocionado, agradecido. En esa imagen reconocí y entendí porque la muerte le había dado el regalo de permanecer. Vi una imagen pausada, lenta, de esas que no estoy acostumbrada a observar porque todo el día vivo a prisa.

Despertadores, cafeínas instantáneas, tráfico y más tráfico. Aquí, en esta ciudad que cada vez es más pequeña, ¿o tal vez hay más gente que tiene prisa?, noches largas que parecen no tener fin, descansos cortos sólo para recuperarnos. Vivimos corriendo sin detenernos a pensar en el Aquí y el Ahora, en lo que tenemos hoy y no disfrutamos, pensamos siempre en lo que nos falta y queremos conseguir y cada vez es más difícil hacer una pausa.

Los relojes siguen corriendo de la misma forma; los segundos siguen siendo segundos, los minutos siguen siendo minutos, las horas siguen siendo horas. En nosotros pasan los días, las semanas, los años dejando huellas, momentos, anécdotas, personas y aquí es donde debemos detenernos.

Detenernos para poder respirar profundo, tomarnos una taza de te o de café, sentir el latir de nuestro cuerpo, soltar lágrimas, abrazarnos y abrazar a los que amamos.

El día de hoy te invitó a cuestionarte a qué velocidad vas por la vida. En un día laboral “normal, común y corriente” podemos ver en la gente que nos rodea, por la forma en la que conduce, habla, se mueve e interactúa con nosotros, la prisa que tienen para llegar a su destino. Quisiera decirte que yo no corro, que no tengo prisa, pero te estaría mintiendo.

Lo que sí puedo decirte es que me detengo, observo, admiro y continúo. No pasa nada si nos detenemos; al final la muerte siempre va a llegar. Es nuestro destino. Nosotros elegimos cómo queremos llegar a él.

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