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En medio de una lucha legal que llevaba dos años, entre juicios, papeleos y burocracia, el 30 de mayo una madre perdió a su hija. Hija de la que no se pudo despedir, su niña que desde los cuatro años no tenia en sus brazos y hoy gracias a leyes ciegas y a la sociedad silenciosa nunca volverá a tener.

Violeta, de seis años, murió en manos de su padre, el hombre que debió protegerla ante todos los peligros del mundo. Ese hombre que se convirtió en su verdugo acompañado de su pareja, la madrastra de la pequeña niña. Un feminicidio con todas sus letras. Un crimen que hace que como sociedad le quedemos debiendo tanto a las infancias que en medio de los pleitos entre progenitores queden sumidas en vulnerabilidad, presas de padres y madres que anteponen ante todo su orgullo y su ego.

22,684 niños, niñas y adolescentes fueron recibidos en hospitales por violencia familiar. Esta es la última cifra obtenida para la República Mexicana, de los cuales uno de cada cinco (4,730) fueron perpetrados por el padre o padrastro, siendo la agresión en su mayoría a niñas con 3,812 y a niños con 918 víctimas. Estas cifran deberían hacer que nuestra piel se erice, que lloremos por nuestros niños y niñas que hoy están siendo víctimas de violencia de sus propios padres o madres.

Si bien la violencia vicaria aún no está legislada y completamente respaldada, es vivida todos y cada uno de los días por padres y madres no custodios en este país.

La violencia vicaria es la acción u omisión cometida en contra de una persona por un individuo, con la que tenga o haya tenido una relación de matrimonio o concubinato, con la intención de causarle cualquier tipo de daño o sufrimiento, separarla de sus hijas e hijos y generar desapego en el vínculo filial, a través de la violencia.

Los hijos del divorcio se vuelven moneda de cambio, instrumento de poder y material de tortura, se vuelven objetos en la vida de sus padres y nosotros como sociedad sólo hacemos ojos ciegos y oídos sordos, ya que es más fácil “no meterse en problemas ajenos”.

Violeta es un desafortunado ejemplo de un padre y una mujer que, por sobre todas las cosas, piensan en ellos mismos, que no miden las consecuencias de su odio y su ego, como muchos padres y madres que olvidan que el divorcio fue entre ellos dos y no con sus hijos.

Como sociedad deberíamos reclamar que todos los padres o madres que utilizan a sus hijos para causar dolor sean castigados. Porque un hombre o mujer que es capaz de lastimar a sus propios hijos física o emocionalmente, es una paria de la sociedad.

Le debemos a Violeta y a todos los hijos del divorcio dejar de ser una sociedad tibia que señala, pero no actúa. Le debemos a todos los hijos del divorcio una infancia digna y protegida.

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