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Mucho se habló de HIJOS DEL DIVORCIO I que desató la polémica de quien era el más malo de la historia. Se recalcó el hecho de no olvidar que también hay “mujeres malas” que abandonan y maltratan a sus hijos. El eterno pleito para ver si Él o Ella es peor, quién hizo más daño y quién está mal. En esta segunda parte de “Hijos del divorcio” quiero traer la atención a lo que verdaderamente importa en todas estas situaciones de separación en concubinatos o matrimonios, dicho sea el caso: los niños, frutos de esa relación.

En la actualidad, los divorcios van en aumento por muchos motivos, que tal vez en otra edición podremos debatir; sin embargo, no todos esos matrimonios que terminan tienen hijos. Y no todos los que tienen hijos y terminan, lo hacen en malos términos. Pero ¿qué pasa con aquellos que en vez de divorciarse parece que empezaron una guerra donde la tierra a conquistar son los hijos?

Hablemos un poco del Síndrome de Salomón, también conocido como del Niño partido en dos. Ese relato bíblico en el que el Rey Salomón se debate sobre la entrega de un bebe a su verdadera madre, y para ello decide cortarlo y descubre quién es la madre real cuando la mujer pide que no le hagan daño, que se lo entregue a la otra para salvarlo. Es así como los niños de padres divorciados o separados tienen una serie de manifestaciones psicológicas y emocionales que hacen que se sientan divididos.

Los hijos del divorcio la mayoría de las veces quedan en medio de una guerra fría recibiendo en silencio los intentos de los padres de hacerse daño entre sí. Desde las comparaciones despectivas hacia uno u otro progenitor, las privaciones de convivencia, ser mandaderos y cobratorios, ser privados de su familia materna o paterna, y un largo etcétera.

Esto es lo verdaderamente importante. Esto es lo que falta en nuestras leyes y necesita la atención de las autoridades. Que trabajen a favor de la protección de los menores que atrapados entre las diferencias de sus padres terminan divididos y con partes de ellos mismos faltantes si bien les va y no pierden la libertad o la vida en el camino.

¿Por qué titular a estas reflexiones de esta forma? Porque para ellos mamá y papá se separan no sólo físicamente, sino en espíritu y el niño queda dividido. No sólo tendrá dos casas, dos familias nucleares, limites distintos y vidas y educación diferentes, sino que también, en muchas ocasiones, tienen que decidir “a quién quieren más”, con quien pasar más tiempo y/o sienten que traicionan a alguno de sus dos padres.

Ya no son hijos de quienes decidieron traer una vida al mundo. Se convierten en hijos del conflicto bélico entre dos personas que una vez se amaron. Se convierten en hijos del divorcio. Niños que cuando sean adultos tendrán mucho que sanar para no repetir la misma historia, haciendo de este tema un círculo vicioso interminable en nuestra sociedad.

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