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Desde pequeña me enseñaron que la vida tiene un camino a seguir y que las cosas salen mejor cuando seguimos esas líneas marcadas. Patrañas. Cada día me sigue sorprendiendo cómo el ser humano vive una falacia de control, una ilusión que lo hace sentir seguro. Y la naturaleza con su preciosa enseñanza para quienes quieran recibirla nos recuerda que sólo somos una parte más de un todo. Que no somos los dueños de nada. Pero esta columna en especial; la del día de hoy, es para quienes gozan del placer del cuestionarse. Como yo.

La semana pasada el huracán “Beryl” tuvo una trayectoria que en un principio parecía constante, predeterminada y terminó siendo un fenómeno natural errante que desafortunadamente dejó a su paso personas sin hogar, 10 familias con un ser querido fallecido, gente incomunicada y destrozos incalculables. Nosotros los yucatecos hicimos memes, llenamos las despensas de atún y papel higiénico (ese es un comportamiento que aún no entiendo, ¿para qué necesitan tantísimo papel de baño?) y esperamos y esperamos.

Después de que “Beryl” saliera de la Península de Yucatán me puse a pensar en cómo cada vez nos volvemos mas soberbios, más dueños de la Tierra, la usamos y destruimos a nuestro beneficio, nos creemos seres superiores, tratamos a lo que nos rodea como si únicamente estuviese ahí para nuestro servicio. Y sí, estoy generalizando porque todos formamos parte de esta sociedad “avanzada” que pierde cada vez más humanidad.

Con este huracán la naturaleza nos dijo: Yo tengo el control. Su comportamiento errante nos demostró que puede hacer con nosotros lo que le plazca y que nada podremos hacer en nuestra defensa más que prevenir y refugiarnos. El propio huracán dejó de seguir la línea pronosticada, se fue por donde quiso, libre y nosotros sólo observamos. Eso somos, observadores que creen tener el control.

Reflexionemos sobre lo que nos toca ser. Una parte de un todo, una pequeña parte de un todo gigantesco. Dejemos de querer controlar y controlarnos porque sólo así vamos a poder formar parte de algo más grande. Estamos perdiendo la visión de lo realmente importante, estamos destruyendo nuestra naturaleza con trenes inútiles, edificios levantados sobre cementerios de árboles, desplazando nuestra cultura y nuestros orígenes, desconectándonos de nosotros mismos.

La vida en sí tiene un comportamiento errático, no hay nada seguro ni determinado, somos piezas de ajedrez en este complejo universo y por más que tratemos de controlarlo jamás vamos a lograr ser sus dueños. Y, ¿saben qué?, yo estoy feliz con eso. Prefiero ser una partecita de un todo que dueña de una ilusión.

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