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Me acuerdo de las noches en las
que soplaba el viento
y platicaba conmigo por la ventana.
Me acuerdo cuando me asomaba al balcón
y veía la espesura de la oscuridad en la noche.
Me acuerdo de ese olor a cigarrillo que emanaba de
[mis manos
y del ríspido pasar del humo por mi garganta.
Me acuerdo de las veces que corría tras aquella pequeña
que hoy es una adolescente compañera.
Me acuerdo de los gritos, de las lágrimas, de lo amargo
de mi madre y yo enfrentadas.
Me acuerdo del espacio vacío en festivales infantiles
y de una paternidad olvidada.

Me acuerdo de ese vestido blanco; más bien de los dos, que me enseñaron que el amor más grande es el
que me tengo yo.

Me acuerdo de esas mujeres que tanto me enseñaron
que más que amigas son un clan, son quienes me dan la mano.

Me acuerdo de los que se han ido y los recuerdos que han dejado
tatuados en mi corazón, en mi cuerpo, en un abrazo.
Me acuerdo de todos los besos, de todos los labios que me
[han tocado,
me acuerdo de los besos de ella y me acuerdo de sus manos
 Me acuerdo de mis miedos, de mis voces que me gritaban
lo pequeñita que era y de cómo las callaba.

Me acuerdo del olor a sal, de la piel bronceada, del sol en la cara,
de las buenas temporadas, del mar, de la playa.
Me acuerdo del alcohol en la sangre y las fiestas que se alargaban
noche tras noche en una época desenfrenada.

Me acuerdo que hoy estoy aquí, que mañana no sé qué haya,
que el pasado ya pasó y que sobre eso hoy, no puedo hacer nada.

Y si en todos esos recuerdos encuentro bocanadas de nostalgia;
que se me llene la vida de ratos pasados en lo que construyo
las vivencias del futuro que mucho después, serán parte
de estas bocanadas.

Y entre tanta y tanta
enseñanza, vivencia y añoranza
se nos va la vida como una violenta borrasca.

Los sueños, las ganas, las historias, las palabras
se quedan meciéndose en una silleta por si alguien,
algún día quisiera escucharlas.
Y así acabamos todos, siendo memorias pasadas
que empiezan y terminan con
“Me acuerdo”, “Me acuerdo que me contaba”.

Dicen que “De músicos, poetas y locos todos tenemos un poco” y estoy de acuerdo. En muchas ocasiones no hay manera más bonita para expresarnos que un poema, una canción o una locura. ¿Qué a que llamamos locura? Me podrías preguntar lector. La locura que compartimos es la que nos hace ser tú y yo. Que no somos normales dicen. Defíname normal señor. No importa; solo piensa que vida es la que tienes hoy, ya mañana serán recuerdos que contarle a tus hijos, a tus nietos o quizá a tu propio lector. 

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