Lecciones cotidianas
Aurora Álvarez de Vega: Lecciones cotidianas.
Una amiga despertó muy contenta el otro día y decidió ir a Progreso. Tenía ganas de ver el mar y nadar un rato. Nadie de su familia quiso ir, así que decidió ir sola un momento y darse un rápido baño de mar.
Llegó al puerto, se estacionó y paró a comprar un coco para disfrutar en la playa. El coco estuvo delicioso y el baño de mar también, pero cuando decidió irse se dio cuenta de que no tenía las llaves de su coche. Buscó por todos lados y no las encontró. Llamó a su marido, quien fue con el duplicado de la llave en su moto.
Al llegar se dio cuenta de que el control del duplicado no tenía batería y el coche no arrancaba; como fue en moto, no podía llevarla a su casa y regresar más tarde, así que llamó a sus hijos quienes fueron en el coche por ella. Antes de subir fue a pedirle al señor que cuida los autos que por favor le pusiera atención al suyo, ya que tendría que dejarlo ahí hasta que pudiera volver por él.
Cuando llegó con el señor, recordó que en la mañana, al llegar feliz a Progreso, le había dicho muy sonriente “vengo dispuesta a pasar una hermosa mañana en la playa, y él le había deseado suerte, así que le dijo “ya ve, no tuve tanta suerte, perdí mis llaves y tengo que dejar aquí mi coche”.
El hombre se volteó a verla y con una gran sonrisa le dijo: “a mi modo de ver, sí tuvo suerte. Mire, despertó muy contenta y decidió venir a pasar la mañana en la playa, tuvo una hermosa camioneta a la cual subirse para hacer su recorrido, llegó y se compró un coco delicioso que disfrutó en la playa después de darse un rico baño de mar; la mañana ha estado soleada y el mar tranquilo. Cuando tuvo un contratiempo tenía un teléfono para llamar y en seguida vinieron su marido y sus hijos a ayudarla. Créame, yo considero que usted tuvo mucha suerte”.
En ocasiones estamos tan ocupados mirando nuestros contratiempos, nuestros pequeños tropiezos, que perdemos de vista el panorama total. Olvidamos cuántas cosas que nos parecen cotidianas y suceden día a día y son realmente un milagro que debemos agradecer. Y dejamos que las pequeñas cosas que no salen como lo planeamos opaquen todo lo demás y nos dejen la impresión de no haber tenido suerte o no haber tenido un día afortunado.
Me decía mi amiga que todo lo que le pasó valió la pena para ese regalo de sabiduría que le permitió terminar su día agradeciendo la hermosa familia que tiene y que estuvo ahí para ayudarla.
En ocasiones la lección es más dolorosa y te hace pasar, por ejemplo, por una fuerte enfermedad que te permite luego estar agradecidos de poder estar juntos, de disfrutar del cariño de la familia, de constatar que las personas que admirabas antes de una dura prueba son todavía más fuertes y más valerosas de lo que pensabas, que el amor al final es lo importante y poder estar juntos compensa cualquier prueba por la que hayas pasado.
Es cierto que en ocasiones las cosas no salen como lo planeamos, que la vida tiene obstáculos que sentimos que nos rebasan, pero una vez superada la tormenta, cuando el mar recupera la calma y podemos saborear lo aprendido y disfrutar lo recuperado, sabemos que siempre hay muchas cosas por las que agradecer. Que cada día está lleno de milagros cotidianos que debemos observar y agradecer para hacer más hermosa y llevadera nuestra vida. Que las cosas simples, que el amor familiar, son al final lo que le da verdaderamente sabor a nuestros días y convierte un día lleno de incidentes en un día más lleno de cosas por agradecer y de lecciones por aprender que en algunas ocasiones son tan inesperadas.
Todos los días tenemos algo que aprender, todas las personas que se cruzan en nuestro camino tienen algo que enseñarnos, y por oscuro que parezca el panorama siempre tenemos muchas cosas por las que agradecer.