El zopilote y el zorrillo
Carlos Evia Cervantes: El zopilote y el zorrillo.
Los otomíes son un grupo étnico cuyas comunidades están ubicadas en el Estado de México, Hidalgo, Guanajuato, Querétaro, Puebla y Veracruz. Han generado una rica tradición oral que es motivo de estudio de muchos investigadores. Elisa Ramírez Castañeda escribió uno de esos relatos de los otomíes.
Una vez el zorrillo quiso volar. Lo intentó brincando una y otra vez pero no pudo. Se acordó de su compadre el zopilote y fue a verlo para que le enseñara. Cuando lo encontró, le pidió el favor de que le mostrara cómo volar. Sorprendido, el zopilote se puso a pensar qué responder. Le dijo que aprendería paulatinamente y primero harían un viaje de ensayo. El zorrillo se subió en el lomo del ave y emprendieron el vuelo.
Al animalito le gustó mucho esta primera vez y le pidió al zopilote que continuaran al día siguiente con las lecciones. El ave ya estaba planeando lo que iba a hacer con él. El segundo día lo llevó a un paseo también breve. Al tercer día, el zorrillo fue en busca de su compadre para volar de nuevo, pero en esta ocasión le pidió que lo llevara a un lugar más lejano. El zopilote accedió a la petición y nuevamente el pequeño mamífero se montó en el ave.
El zopilote le dijo al animalito que se agarrara bien, pues esta vez iba a volar más rápido para llegar pronto. Ya en pleno vuelo el zorrillo le dijo al compadre que no volara de lado para que no se cayera. Éste le contestó que no se preocupara. Así fueron pasando por arriba de las montañas y barrancas. Pero, como es natural, al paso del tiempo las patas del zorrillo empezaron a cansarse y el ave volaba cada vez más alto. Las extremidades del animalito se empezaron a entumir y se lo dijo al zopilote. Éste le respondió que se agarrara mejor, pues ahora iba a ir más rápido para llegar a donde iban.
El zopilote sabía que el zorrillo no podía aguantar. Dio una vuelta cerrada y el animalito se cayó desde las alturas hasta el suelo. Cuando el ave sintió que ya había derribado al zorrillo empezó a bajar hasta el lugar donde estaba el animalito. Tan pronto llegó hasta donde se encontraba tendido y moribundo su compadre, el zopilote empezó a picotearle los ojos; ya había empezado a comérselo. Cuando el zorrillo sintió que su compadre picoteaba sus ojos, le preguntó porqué lo hacía. El ave le respondió que se lo iban comer ahora que estaba caliente. “Así se hace compadre”, le dijo.
Ramírez Castañeda dice que la moraleja de esta historia es: “pídele ayuda a quien de veras te ayude”, a la que yo agrego “no ambiciones volar, si no tienes alas”, y también “el instinto no reconoce de amistades”.