El respeto a los ancestros

Carlos Evia Cervantes: El respeto a los ancestros.

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Se puede considerar que en todo México existen prácticas culturales en torno a los Días de Muertos y con ellas una serie de costumbres vinculadas al respeto hacia los antepasados. La tradición oral refuerza estas pautas y al respecto se presenta un relato que publicó Alicia Soto Palomino, el cual fue recopilado en la localidad Mesa de Calcote, del municipio Chicontepec, en Veracruz.

Desde muchos años atrás el señor Tito vivía en la localidad mencionada junto con su esposa y sus dos hijos. Sin embargo, este hombre pensaba muy diferente a las demás personas de la comunidad. No creía en las costumbres que los demás practicaban. Cuando la gente conmemoraba a los difuntos, la esposa siempre le preguntaba a Tito que si iban a adornar el altar o si podían matar un puerco para hacer tamales y recibir así a las almas de sus parientes fallecidos. Tito siempre le decía que era pérdida de tiempo. Él prefería ir a la milpa a trabajar.

Así era cada año. Los hijos de Tito asistían a las casas de sus amigos para comer tamales y convivir. Cuando regresaban a la casa, su padre los regañaba porque ellos contravenían a su forma de pensar, pues los niños sí creían en las tradiciones. Este hombre dijo que aquellos que hacían el altar y los tamales estaban locos. De hecho, decía que todos los del pueblo estaban locos y él era el único cuerdo.

En uno de esos días en que se recordaba a los difuntos, Tito fue a trabajar en su milpa. Más tarde, regresabaa su casa en pleno mediodía y justo cuando recorría el camino que conduce al cementerio, vio pasar a su difunta madre y a otras personas también fallecidas. Unas iban llorando y otras alegres. Llevaban morrales nuevos, canastas, puercos, pollos y muchas más cosas que les ofrecían en los hogares de sus familiares que aun vivían. Tito se espantó mucho, pero también se entristeció al ver que su mamá no llevaba nada.

Después de haber tenido esa terrible experiencia, muy fuera de lo normal para él, fue corriendo hacia su casa. Al llegar le dijo a su mujer que pusiera a hervir agua porque iba a matar al puerco y que cuando estuviera hirviendo le avisara a su compadre para que le ayudara a matarlo. Se acostó a dormir un rato. Cuando el agua ya estaba hirviendo, la esposa le avisó a Tito repetidas veces, pero él no contestó. La mujer fue a despertarlo y así se percató de que Tito ya estaba muerto. La gente dice que su mamá se lo llevó porque él no la recordaba.

Este relato fue narrado por Lorenza de la Cruz Jiménez, de 55 años, y fue redactado por Efrén Martínez de la Cruz, ambos de Mesa de Calcote.

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