Jesucristo y las cuevas
Carlos Evia Cervantes: Jesucristo y las cuevas.
Daniel Romero Rivera escribió un interesante artículo denominado “Lo que nadie cuenta de la vida de Jesucristo”, con el objetivo de mostrar la incidencia de las cavernas en el tema, he destacado las grutas ahí mencionadas.
José y María se encontraban en las cercanías de Belén justo cuando se aproximaba el momento de dar a luz. Entonces, José encontró a una familia que le permitió usar una gruta cercana. Ya resguardada María, él partió al pueblo más próximo en busca de una comadrona.
Romero sostiene que, con base en un relato del Evangelio Armenio, se dio un supuesto encuentro entre José y Eva, quien volvió milagrosamente a la Tierra para atestiguar el milagro del nacimiento de Cristo. Ambos regresaron con María justo a tiempo en que se abría el cielo y de ahí descendió, sobre la caverna, un gran resplandor y una columna de vapor, a la vez que un coro angelical entonaba cantos al Altísimo. Sin embargo, el mismo autor dice que este encuentro con Eva no fue validado por otros evangelios. De todas maneras, asegura que José volvió a la gruta acompañado por dos mujeres, llamadas Celoni y Salomé, quienes ayudaron a María en su parto.
Según los textos citados fue hasta el tercer día cuando José y María abandonaron la gruta, fueron alojados en un establo y el niño fue depositado en un pesebre. En el sitio se encontraban un asno y un buey, que reconocieron de inmediato al Salvador y lo adoraron. De este evento proviene la tradición de colocar en las recreaciones del nacimiento las figuras de estos animales.
Mientras tanto, los Reyes Magos caminaban rumbo a Belén guiados por la Estrella. Gracias a esto pudieron dirigirse hasta la caverna de la Sagrada Familia. Cuando los magos llegaron fueron recibidos con asombro por José y María. Ahí entregaron sus regalos: Gaspar ofreció nardo, cinamomo, canela, incienso y otras esencias aromáticas; Baltasar entregó oro, plata, piedras preciosas y perlas finas; Melchor presentó mirra, áloe, muselina, púrpura y cintas de lino. Ellos permanecieron tres días en guardia cerca de la caverna.
Cuando Herodes ordenó la matanza de los niños, la Sagrada Familia huyó a Egipto. En el trayecto se refugiaron en una gruta de la cual salió una multitud de dragones; Jesucristo se puso de pie y éstos lo adoraron.
Como todos los creyentes saben, Jesús fue crucificado, sepultado en una cueva como era la costumbre; resucitó al tercer día. En este lapso Cristo fue al infierno para liberar a los muertos retenidos por Satanás. Pero el Príncipe de las Tinieblas no quería dejarlo entrar. A la segunda orden de Cristo de que se abriera el infierno, las puertas volaron en mil pedazos para dar cabida a Jesús, cuya presencia iluminó todas las cuevas del averno y liberó a los muertos ahí atrapados.