San Francisco de Asís y las grutas (y II)
Carlos Evia Cervantes: San Francisco de Asís y las grutas (y II).
Aquel joven noble y adinerado, hijo del rico comerciante, había renunciado a sus excesos para poder seguir la forma de vida que tuvo Jesucristo, la pobreza extrema; en esto coinciden todos los biógrafos de Francisco. Pero tal objetivo no lo libraría de experimentar ciertos problemas que le afligieron la existencia.
Según Agostino Ghilardi, la vida franciscana fue, en sus orígenes, nómada. La primera comunidad de frailes vagaba de un punto a otro, pero dentro de la región de Umbría, en el centro de Italia. En ocasiones, se quedaba en ciertos lugares para disfrutar la belleza natural del sitio. Pero el reposo siempre fue breve.
En el año 1210, Francisco y sus más allegados compañeros fueron a Roma a pedirle al Papa Inocencio III su autorización para fundar oficialmente la orden. Sí se le facultó, aunque la Regla que la comunidad practicaría le llamó la atención por la extrema austeridad que Francisco había impuesto. Al paso del tiempo y bajo la presión de los numerosos nuevos miembros de la orden, el Pobrecito de Dios, aceptó revisar aquel estatuto. Con la ayuda de César de Spira, un docto hermano, Francisco escribió una nueva Regla, que misteriosamente se perdió. Ante esto, el santo se retiró a la cueva de Fonte Colombo para rehacer las nuevas normas, pero él sintió la presión de sus discípulos para atenuar sus ideales originales, pues muchos no los querían acatar.
Emilia Pardo Bazán escribió que, cuando Honorio III hubo aprobado la segunda regla, Francisco obtuvo autorización para celebrar la Navidad en una gruta de la montaña cerca de Greccio. Así se recreó por primera vez el Nacimiento de Cristo que luego sería una tradición mundial.
Después que Francisco recibió la señal de la proximidad de su muerte, subió por última vez a su amada cueva del Monte Alvernia. Allí tuvo la visión de un serafín que se plantaba frente a él. Luego, aquella visión alada se tornó en un ser crucificado. Inmediatamente a Francisco le aparecerían los estigmas, en los mismos sitios en los que Jesús fue herido en su crucifixión.
En las cuevas del Monte Alvernia vivía un hombre expulsado de la sociedad que bajaba a veces a despojar y asesinar viajeros. Por su crueldad le llamaban “El Lobo”. Un día enfrentó a los frailes, pero Francisco le tendió los brazos y el bandolero cayó a sus pies. A partir de entonces se volvió pacífico y le llamaron “Cordero Agnello”, concluye Pardo Bazán.
Eliécer Sálesman afirmó que Francisco tenía la rara cualidad de hacerse querer por los animales. Las golondrinas formaban una cruz por encima de donde él predicaba. Un conejito lo siguió por algún tiempo, con gran cariño. Por este motivo el 4 de octubre, fecha en la que nació Francisco, se lleva a bendecir a los animales.