La Cueva del Guácharo en Venezuela
Carlos Evia Cervantes: La Cueva del Guácharo en Venezuela.
Cerca del valle Caripe, en Venezuela, hay una caverna ubicada al pie de la montaña del Guácharo, en sus bóvedas iniciales habitan millones de aves nocturnas, cuya existencia es objeto inagotable de cuentos y leyendas. En 1799, Alejandro Von Humboldt visitó esta gruta e hizo una descripción científica de las citadas aves, llamadas guácharos y que nadie había realizado hasta ese momento. Así lo escribió Antonio Núñez Jiménez.
El autor, siguiendo el texto de Humboldt, señaló que, en la entrada de la gruta, hay una gran variedad de árboles de colosal tamaño. Mientras el visitante va penetrando a la enorme cueva paulatinamente va disminuyendo la luz solar, pero el acceso de la caverna es tan grande que, aun cuando ya se ha penetrado mucho, se puede tener suficiente iluminación. Sin embargo, al llegar a la zona de mayor penumbra, se empieza a escuchar el graznido de las aves. Es difícil describir el espantoso ruido que millares de pájaros hacen en esta parte de la cavidad.
El guácharo es del tamaño de las gallinas de Castilla, tiene el pico similar al del chotacabras; su color es café pardo y evitan la luz del día. Pero en las noches, especialmente las de luna, salen por los frutos que constituyen la base de su alimentación.
Los nativos, con luces en la punta de una larga pértiga, mostraron a Humboldt los nidos que se hallaban en pequeñas cavidades a manera de embudos que se forman en la parte alta de las paredes y el techo de la caverna. Los indígenas utilizaban las pértigas para destruir cierta cantidad de nidos y derribar a los polluelos, los cuales destripaban en cuanto caían a tierra. Estos jóvenes pájaros, en sus primeros días, acumulan mucha grasa en la región del pecho y abdomen debido a su alimentación abundante y a que su movimiento es mínimo en su elevado nido.
Cuando llegaba la época de la “cosecha de manteca” los indígenas instalaban en la entrada de la gruta unas chozas construidas con hojas de palmeras. Luego hacían unas fogatas para derretir la grasa sobre unos recipientes de arcilla. La pureza del aceite que se lograba era tal que se conservaba más de un año sin ranciarse. Finalmente, el aceite se colocaba en botellas para su posterior consumo. Los aborígenes dijeron a Humboldt que la cueva era una mina de grasa.
Según el sistema de explotación de aquellos tiempos, los indígenas estaban obligados a suministrar una parte del aceite a los sacerdotes para las lámparas de la iglesia y lo restante era utilizado para su consumo doméstico, concluye Núñez Jiménez.
La Cueva del Guácharo y otras similares que están en la región, ofrecen un ejemplo más del aprovechamiento que las sociedades humanas hicieron desde hace mucho tiempo de las cuevas y su fauna asociada