Un cardenal en Días de Finados

Carlos Evia Cervantes: Un cardenal en Días de Finados.

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Yucatán es un lugar rico en narraciones que se cuentan en los Días de Finados. En Tekal de Venegas hay un antiguo relato muy propio de estas fechas. Así lo escribió el cronista José Iván Borges Castillo.

Contaban los abuelos de la citada comunidad que hace muchos años existió en una familia un muchacho muy mal portado, quien casi no obedecía a sus padres. Cuando éstos le decían que no debería ir al monte en los Días de Finados y menos para atrapar aves, porque las ánimas del Purgatorio estaban de visita, el no hacía caso.

En los Días de Difuntos de cierto año, el joven salió de su casa con el objetivo de ir a cazar pájaros. Colocó la jaula en su espalda y se marchó sin hacer el menor caso a sus progenitores. Llegando a la floresta, puso la trampa en un árbol de waaxin (Leucaena glauca). Se sentó sobre una laja y notó que el cielo empezaba a nublarse hasta quedar oscuro. Se relajó hasta dormirse y empezó a soñar que se encontraba rodeado de huesos; además percibió un olor terrible, como de cementerio. Despertó y notó que en su jaula había entrado un pájaro cardenal. Contento con su logro, tomó el camino de regreso.

Mientras retornaba, escuchó el llanto y los lamentos de una persona que venía detrás de él. Volteaba a ver a sus espaldas en repetidas ocasiones y no encontraba a nadie. Entrando al pueblo se percató que aquellos quejidos eran emitidos por el cardenal. Aterrorizado, tiró la jaula y tan pronto se liberó el ave, se acabaron los lamentos. Entonces entendió que aquel pájaro era el ánima de una persona que se había convertido en cardenal y había caído en su trampa.

El jovencito corrió hasta su casa. Al llegar se desvaneció y tuvo una terrible fiebre que no bajó hasta la noche, cuando el curandero del pueblo le puso ciertas hojas y le sacó el mal viento que había cargado. Desde eso, el muchacho comenzó a respetar el Día de Finados y se volvió obediente con sus padres. Luego se casó y formó una familia. Repetía este relato a sus hijos cada vez que era oportuno, para que éstos continuaran realizando las ofrendas con el debido respeto a las ánimas del Purgatorio.

Dicen los ancianos de los pueblos que, en ocasiones, las ánimas se convierten en pájaros o insectos y cuando la gente está rezando o se está colocando la ofrenda en el altar, llegan y se posan para recibir la gracia de los alimentos. Por eso se debe vigilar a los niños y a cualquier miembro de la familia para que no maten o saquen a estos pequeños animales de la casa, pues podría tratarse del alma de un ser querido, concluye Iván Borges.

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