El sueño de Ts’unu’un

Carlos Evia Cervantes: El sueño de Ts’unu’un.

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Las variaciones de los mitos de las aves en Yucatán son siempre mínimas; nunca afecta la estructura del relato. Sin embargo, he encontrado dos versiones muy distintas sobre el Ts’unu’un, colibrí en español. Una es de Rubén Estrada Cámara, escritor poco conocido, y la otra de Santiago Pacheco Cruz, un estudioso muy destacado entre los recopiladores locales. Veamos la primera versión.

Ts’unu’un era un hombre alegre a pesar de que vivía solo y alejado de la aldea. De manera frecuente cantaba con los pájaros que vivían en su alrededor y disfrutaba mucho el perfume de las flores. Al amanecer, caminaba por los senderos selváticos y correteaba a las mariposas que se posaban en las sartenejas. Quedaba feliz cuando miraba su imagen en el espejo del agua de los cenotes. Experimentaba con plenitud las sensaciones de su entorno. Quizá por todo lo anterior surgió en su mente el deseo de ser pájaro.

Sus días pasaban sin mucho cambio, de tal manera que la rutina dominaba su vida. Pero un día, desde la lejanía de su choza, vio pasar una larga fila de personas. Un grupo de hombres fuertes y esbeltos cargaban un artefacto y sobre el mismo alcanzó ver la figura de una mujer.

¿Quién era ella? ¿De dónde vendría? Tan novedoso fue el hecho que Ts’unu’un pensó que podría ser una alucinación. Estas preguntas llegaron a su mente y no pudo aguantarse la curiosidad. Conocedor de su ámbito, sigilosamente fue a un sitio en donde pasaría la comitiva y sin que lo vieran a él.

Después de muy breve tiempo, aquella gente fue pasando casi frente a él. No era una alucinación. Sentada en una especie de lecho estaba una preciosa mujer cubierta con ropa de bellos colores y plumas de pájaros raros. Ts’unu’un conoció por vez primera a una mujer que venía de otro lugar, él sólo había visto a las lugareñas de su comunidad. De inmediato se enamoró de aquella dama.

La comitiva se alejó y Ts’unu’un, lentamente regresó a su choza. Se esfumó su alegría. En su mente solamente estaba la idea de verla nuevamente. Pero ¿cómo podría acercarse a ella? Después de todo él era un simple aldeano y ella quizá era una princesa.

Al llegar la noche, la luna encontró a Ts’unu’un mirando a las estrellas, el suave viento acariciaba sus ojos y se durmió con arrullo de los árboles. Cuenta la leyenda que, en su sueño, pidió a los dioses le permitieran ser un pájaro para seguir a la supuesta princesa y estar cerca de ella. Su petición fue escuchada y cumplida con la condición de no cantarle su amor.

Ts’unu’un se transformó en ave, el colibrí, que vuela de flor en flor libando el néctar de las flores para llevarle a su amada desconocida, pero sin cantar como los otros pajarillos.

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