El tesoro de Pancho Brazofuerte

Carlos Evia Cervantes: El tesoro de Pancho Brazofuerte.

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Una periodista yucateca que paseaba por Guanajuato tuvo la fortuna de entrevistar a un joven que le contó una leyenda acerca de las misteriosas cuevas en donde fue escondido el tesoro de un personaje durante la guerra cristera. Lo publicó en un rotativo local y lo firmó como Lupita Vargas.

El muchacho, de nombre Vicente, dijo que creció en Salamanca, Guanajuato, y que allí se cuentan relatos vinculados a unas cavernas de un municipio cercano: la cueva de Torres y La Escondida. Vicente agregó que todos los lugareños, por temor, evitan pasar cerca de las cavidades. Algunos si han entrado a dichas cuevas, pues se dice que ahí hay un gran tesoro escondido y quien se atreva a pasar la noche recibirá o encontrará las riquezas del guerrillero cristero Pancho Brazofuerte.

La cueva de Torres se ubica a seis kilómetros al norte de La Ordeña, comunidad de Abasolo, municipio de Guanajuato, y cuenta la leyenda que durante la guerra cristera, a principios del siglo XX, esta caverna sirvió de refugio a los insurrectos comandados por el sacerdote jesuita Francisco Brazofuerte, quien las utilizó como escondite, pues está en la cima de un cerro de aproximadamente 80 metros de alto. Era un excelente mirador desde el cual podía observar todo el valle y gracias a esto, siempre pudo escapar de sus enemigos.

Muy cerca de la primera, está La Escondida, gruta llamada así por su pequeña entrada, y que a simple vista pasa desapercibida. En el acceso, la cueva mide medio metro de altura, pero conforme uno penetra, alcanza los dos metros de alto. Tiene algunas bifurcaciones que forman túneles. Uno de estas atraviesas el cerro y el otro pasa por la debajo de la ciudad, aunque ahora están parcialmente destruidos. Por estos conductos el padre Pancho Brazofuerte metió un gran tesoro consistente en lingotes y monedas de oro y plata.

Terminada la guerra nadie logró extraer aquella fortuna. Algunos buscadores de tesoros se han acercado a las cuevas, pero lo hacen de día; porque de noche se escuchan ruidos extraños, cascos de armas, llantos y pequeñas luces. Todos tienen miedo y aseguran que es el alma del padre Pancho Brazofuerte, que sigue penando. Se dice que sólo entregando el tesoro, su alma descansará en paz.

Sólo quien se atreva a pasar una noche en la cueva La Escondida podría recibir el tesoro, si es que vive para contarlo. Pero si vale la pena, pues es muy valioso el caudal escondido por el padre jesuita Francisco Brazofuerte.

A partir de este relato se puede inferir que esta es una leyenda de origen muy reciente, pues la guerra cristera fue de 1926 a 1929. Lo interesante es que, al mismo tiempo, contiene el mito de los túneles subterráneos, muy común en las ciudades con un pasado colonial.

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